Le feu, La nuit [Ivan Goret Braginski - Aliénor Bonnefoy]

Alienor Bonnefoy: No podía dejar de sentirse algo extraña, pero siempre era así cuando se encontraba en la casa de Rusia, demasiados malos recuerdos volvían a su cabeza y no eran nada sencillos de ignorar. La ciudad había cambiado tanto desde aquellas fechas, pero aun las imágenes de las llamas estaban encendidas en sus pupilas, e inevitablemente traían consigo una cadena de recuerdos que también prefería ignorar. No se arrepentía de lo que había hecho, pero no valía la pena tampoco recordarlo. Era pasado.

Suspiró en un nuevo intento de calmar sus nervios, aunque sin mucho resultado, solo esperaba que esto no durara mucho...

Ivan Goret Braginski La velada era de la dama. La mesa decorada con finos manjares, tradicionales rusos, y hasta postres dignos de un gourmet esperaban. Todo era de Aliénor, ese día, y lamentablemente, su mente también lo era. Porque por mucho que intentó pensar en otra cosa, la mujer seguía volviendo, a cada rato que veía algo fuera de lugar o desordenado... Siempre pensaba que Aliénor lo criticaría, que lo vería en menos, que lo vería mal.

Era una costumbre vieja y aprendida a la mala. Los hábitos morían dificilmente, y en su caso, casi ni morían, constantemente tenía que recordarlos. Y el miedo a cómo juzgue la francesa su país y cada detalle de este era uno que todavía no quedaba atrás.

Sin embargo, reemplazó la mirada sombría con una sonrisa típica, comunmente forzada pero convincente, cuando le avisaron que la mujer ya estaba en su hogar. Bajó de su cuarto al pasillo hacia la entrada, donde esperaba todavía la rubia a probablemente que llegara.

"Bonsoir, madmoiselle Aliénor." Le saludó apenas con un gesto de la cabeza.

Aliénor Bonnefoy: Aliénor lo vio acercarse y de inmediato puso una de sus encantadoras sonrisas, para ocultar lo incomoda que se sentía, aunque su lenguaje corporal la traicionara. Sus brazos estaban abrazando fuertemente su propio cuerpo, arrugando la seda de su vestido azul de Yves Sain Laurent, tanto la de la cintura, como la de las abullonadas mangas. Sus piernas estaban cruzadas una frente a la otra.

"Bonsoir Monsieur, Braginki" Saludo de la misma forma, relajando un poco sus brazos, dejando sus manos juntas al frente, mientras espejaba las acciones del Ruso "Merci beaucoup, es un honor ser su invitada. ¿Como ha estado? ha pasado un tiempo desde nuestro ultimo encuentro"

Las palabras resonaron a su alrededor, mientras esperaba su respuesta. Repentinamente aquel lugar se sentía tan grande y vació y los pocos pasos que los separaban tan largos. Pero así era mejor ¿No? Era bueno estar en tan buenos términos y tratarse tan propiamente. ¿no? ... ¿Entonces por que se sentía tan incomoda?

"Mucho tiempo, realmente. Es bueno poder remediarlo." Contestó rápido y automático, el tono de voz normal. Ambos eran buenos poniendo máscaras, y era obvio por la tensión apreciable apenas en los dedos de la mujer. Él era buen observador, le gustaba mirar a los demás, y no le costó en absoluto fijarse.

Ocultaba como si fuese él mismo observándose mostrar cualquier signo de su incomodidad.

"Pase por favor. La cena está lista." Y espero sea suficiente para tu gusto. Se volteó para mostrarle el pasillo hacia la cocina, era algo incómodo, abrigos y bolsos su empleado lo había revisado, y no se atrevía ni a abrazarla. No quería, la verdad, y tampoco habían excusas para hacerlo.

Prefirió caminar junto a ella hacia el comedor, optando por algo de conversación casual mientras. "¿Cómo ha ido la situación en Europa? No dejo de apreciar que se hiciera un momento libre para venir a visitar. Al menos de lo que sé, estaba complicado." Y no debería interesarte el venir.

Ya iban dos veces que su mente respondía y su boca callaba. Le preocupaba no ser capaz de callarse si seguía así.

"La situación en Europa es estresante, uno no sabe con que noticias se encontrara a la mañana y lo que parecía solucionarlo, puede que a la noche lo haya empeorado todo" respondió con soltura caminando por el pasillo, manteniendo su vista en el frente. Miró levemente de reojo a su contraparte mientras avanzaban, manteniendo la distancia entre ellos antes de continuar su respuesta "Por eso pensaba tomarme este fin de semana libre de todas formas, su invitación fue muy oportuna realmente, Monsieur Braginski"

Sus brazos habían vuelto a cruzarse sobre vientre, con las manos tomando los codos con firmeza. Otra vez su lenguaje corporal la delataba. Se obligo a desenredarlos y dejarlos caer a los lados de su cuerpo, rozando con la yema de sus dedos la piel de sus piernas por debajo de la linea del dobladillo mientras avanzaban.

"Supongo que en vista de eso debería ser yo la agradecida con usted por ser tan oportuno y su amabilidad" Comenzó nuevamente a hablar, decidida a no dejar ni un momento de silencio entre ellos "Mi jefe pensó que era una magnifica idea, e incluso que debería asegurarle que respondería tal amabilidad lo antes que se me sea posible"

"Coincidencias, veo. Mi jefe también estuvo feliz de saber de su visita."

De hecho, no estaba tan contento. El contacto con los países con problemas económicos era casi como si fuese a contraer la peste, le advirtió que no se dejara llevar en nada por lindas palabras y halagos de la mujer. No le preocupó eso, en todo caso. Cuando veía a Aliénor, no veía a la mujer seductora, hermosa y oportunista que tantos le describían. Se veía incómodo, perturbado por su imagen, enojado tal vez porque ella se sentía igual.

Se habían llevado bien, era cierto. Le había conocido las sonrisas, el encanto, la imagen a seguir. Su problema estaba en que él nunca sonrió de vuelta.

Respiró profundamente, oprimiendo los recuerdos en el subconsciente, porque ese día era Aliénor quien estaba en decadencia, asustada con el resto de Europa y pendiente de que el glorioso euro no decayera más. En cierto sentido, los papeles se habían invertido, y fue ahí que entendió las advertencias del mandatario: Que no se dejara convencer a quedar abajo.

Porque por fin, estaban arriba.

"Nyet. Los agradecimientos, vienen de ambos, a gusto con la visita, en resumen." La sonrisa fluyó un poco más cómoda, el pensar durante la caminata por el pasillo había logrado buenos resultados. Abrió las puertas al comedor, donde esperaba la cena, y guió a la mujer a su asiento, todo en orden como lo había pedido. "Por favor, Aliénor. Tome asiento, y espero esté todo a su gusto."

Al sentarse en su puesto frente a ella, notó una mirada crítica tan característica de la mujer a la mesa, y solo por unos segundos sintió quebrarse nuevamente. Sería una interesante pelea entre mantenerse arriba, y sentirse llamado abajo nuevamente por los recuerdos.

Pasó su mirada por encima de la mesa, sintiéndose abrumada por la cantidad de comida a disposición. Si no fuera por las alianzas en los siglos anteriores, estaba segura que no reconocería ni uno de esos platos, aunque dudaba conocer el nombre correcto de la mayoría. En su primera alianza solo habían servido comida francesa -un muy buen intento, si ella mal no recordaba- y en el segundo realmente no se acordaba, cualquier cosa que comiera le caería mal de solo estar en la misma mesa. Tragó con dificultad, intentando reprimir ese recuerdo.

"Todo se ve tentador" alagó finalmente, levantando la mirada hacía el anfitrión, esbozando una cortes sonrisa en sus labios. Cruzó un tobillo detrás del otro, posicionándose en su asiento, con la espalda recta, de forma que la altura del Ruso no la intimidara. Aunque, en aquella habitación, era lo que menos la intimidaba, no quería mirar a las paredes ni a los costados, sentía que no debía estar allí. "¿De-Deberíamos brindar?"

Las palabras salieron de su boca antes de pensarlas, atropellándose ligeramente, pero actuó como si no hubiera pasado nada.Como si su cuerpo no siguiera traicionándola en los peores momentos. Era tan fácil fingir alrededor de los demás países, ¿Por que simplemente no podía con él?

"Siempre lo hacíamos ¿No?" Se obligó a agregar en un tono acogedor mientras pasaba sus dedos sobre el borde de la copa más cercana.

Alzó la mirada del plato, de chequear él mismo que todo estuviera en orden. La vio sentada derecha, pero con un solo flechazo a sus ojos, con una mirada que incrustó en las orbes de la mujer, pudo leer perfectamente su incomodidad. Era extraño. No era la soberbia de siempre, la crítica, la superioridad... Se sentía extraño, simplemente... novedoso. Con esta sensación, sirvió el vino en ambas copas, el vino que abundaba y que tan raramente bebía.

"Un brindis por tu visita, Aliénor." Su voz salió fuerte. Ostentosa, incluso. Se tentó a pensar que sonaba como la voz de un Rusia en sus mejores momentos.
Estos son tus mejores momentos.
"Por que las cosas mejoren y, dentro de lo que pase, nos sigamos visitando... ¿da?" Agregó con una sonrisa, sin ninguna pizca de sinceridad, pero bien camuflada. Se estaba soltando, lentamente. "Y para que mejore tu situación, especialmente."

Se llevó la copa a la boca con rapidez. Eso no había planeado decirlo, pero... Se lo merecía. Eran sus verdaderos deseos, que la decandente situación de la impecable rubia floresciera nuevamente para que pudiera vestirse de pieles y brillar como la estrella que era. Que ya no era.

Sin darse cuenta, dejó seca la copa, y excusándose con una sonrisa más probó su propia comida y prfirió silenciarse con ella. Sentía una euforia muy curiosa por cómo estaba resultando la situación, y cada tanto, espiaba una mirada hacia arriba para ver qué otra cosa mostraría la mujer. ¿Tristeza? ¿Desesperación? Ah, tenía demasiadas esperanzas.

"Mi situación" Pensó para si misma amargada por el uso de tal palabra, mirándolo acabar con la bebida con la gracia de un tabernero, antes de comenzar a llenar su boca con comida. Sin embargo esto no era lo que le disgustaba a la francesa, el sentimiento que el otro país osara a tener lastima de su situación lo hacía. O al menos esa era la interpretación que le había dado en su mente al cumplido, que quizás hubiera aceptado de mejor grado de la boca de cualquier otra nación. Aunque ninguna nación tenía derecho de sentir lastima por ella sin su consentimiento.

"Merci" agradeció recuperando su elegante fachada, con una cortes sonrisa en los labios. Bajo la copa, recién notando lo fuerte que estaba sosteniéndola. Hubiera adorado hacer un comentario en respuesta y proponer algún brindis, pero él la había prevenido de hacerlo. Así que solo se limitó a probar un sorbo del vino, antes de dejar la copa sobre la mesa. Tomó los cubiertos y con la misma delicadeza que le habían enseñado durante años, y comenzó a comer pequeñas porciones. Solo se sirvió lo que conocía de nombre, el resto decidió ignorarlo, al igual que al Ruso. Haría de cuenta que se encontraba en su casa, cenando sola, rompiendo su primer idea de que no quedara ni un momento de silencio entre ellos. No se sentía con ánimos de hacerlo, y mientras más vueltas le daba al asunto más se sentía menos apetito sentía. Estaba poniendo una barrera invisible entre ellos, una distancia que debería haber puesto desde un comienzo. Nada en esa habitación podía tocarla, ella estaba en otro plano. Repentinamente tuvo la fuerza de reprimir todo lo que la estaba perturbando desde su llegada. O al menos eso era lo que quería.

Ni bien terminaran de comer se iría a su hotel y la mañana siguiente estaría en el vuelo a París, solo debía aguantar ¿que? ¿dos horas? Tres como mucho. Podía hacerlo.