"Primera Lección" [Aliénor Bonnefoy; Yao Geming]

Primera lección, porque habrán más a seguir.

¿Primer paso para que se sintiera a gusto, cómodo y en buenas aguas con alguien? Que lo tomaran en serio. No bromeaba cuando decía cada cosa, y la falta de seriedad, cuando no era que ambas partes estuviesen jugando, le inquietaba. La disciplina y la rectitud eran dos cosas necesarias para que algo funcionara. Y no era que fuese un amargo, claro que no: Sabía disfrutar perfectamente de estas necesidades de su manera de ser.

Aliénor esperaba en la sala, tomando un té recién servido por él. Entró a la habitación a ajustar una que otra cosa, como que estuviera ordenada, como que la caja bajo la cama estuviera a mano para él, e invisible para su visita. La dama, la francesa, la rubia impaciente y carismática que tanto le había insistido en sus malos andares tenía bien advertido lo que sucedería. Sería una interesante mezcla de dolor, placer, y educación. Su favorita.

Se presentó ante ella nuevamente, con una sonrisa calma y el uniforme intocable todavía, sombrero incluído. "¿Está disfrutando la estadía, señorita Aliénor, aru? ¿No desea un poco más de té?"

El mayor problema para Aliénor radicaba en un simple punto, algo podía aterrarla y fascinarla al mismo tiempo. Como la imagen del oriental parado frente suyo, con aquella calmada sonrisa y el uniforme militar, preguntándole si quería otra taza de té -la respuesta era no-. Parte de ella, la parte que quería salir ilesa de esa casa, parecía dictarle que usara aquel buen don que Dios le había dado para embaucar al oriental en alguna elaborada escusa. Otra parte de ella, la que había estado pidiendo esto desde hacía tiempo, le dictaba que se parara, fuera hacía él y usando esa maldición que le había dado Dios, lo provocara en entrar en acción.

"Oui, Monsieur. Y no, ha estado deliciosa la taza de té, merci" Respondió con tranquilidad aun sentada en la mesa, decidiendo no escuchar a ninguna de las dos partes que la aconsejaban, e ignorando el escalofrío que le indicaba lo cercana que estaba al peligro. En cambio puso su atención en el uniforme. Tenía muy buena costura, al igual que moldearía a juzgar por la forma que rodeaba el cuerpo del oriental. Bastante obvio que era hecho a medida. Sin embargo no le sonaba, de ningún otro lugar. Realmente lo recordaría si lo hubiera visto antes, era justo el ejemplo de algo que le llamaría la atención en cualquier lugar. "No recuerdo haberle visto ese uniforme antes, Monsieur ¿Quiere ilustrarme?"

Con sus codos apoyados sobre la mesa, con el rostro entre ellos expectante por la respuesta, y una sonrisa en los labios, parecía una parodia de una colegiala, una colegiala vestida de Givenchy, claro.

"Aunque suelo llevar el uniforme, este es viejo, aru." Respondió tranquilo a su duda, caminando hacia ella con las manos tomadas tras la espalda. Dio unos pasos tranquilo, rodeándola casualmente, aunque en cierto sentido, la acechaba. Quería medir y quería ver qué tan tensa, o que tanto esperaba la mujer de esta invitación. "Casi como un prototipo del actual, aru... Lo guardé porque es cómodo."

Las ropas oficiales siempre le hacían sentir cómodo. Eran estrechas, eso le molestaba un poco, al menos al tiempo de tener que reaccionar era costoso. Pero casualmente, un uniforme era perfecto. Casi como luciéndolo, siguió sus pasos hacia la mujer, parándose atrás de su asiento, posando las manos en sus hombros.

"Es un uniforme muy útil. Si bien se ve ajustado, como sé que apreciaste, aru... Cuenta con muchos bolsillos cómodos. Y la tela es fantástica, en especial la de los pantalones. Estoy seguro que tú sabes de telas, podrías adivinarlas sin siquiera mirar..."

Al tiempo que hablaba, pasó las manos a acomodar el cabello rubio, a acariciar una mejilla, en cierto sentido para convencerla de no mirar, como le retaba a hacerlo. "¿Se te viene alguna idea de cuál es...?" Bajó las manos hasta las de la mujer, las tomó y las hizo bajar y hacia atrás para dar con las piernas propias, pegadas al respaldo de la silla. Sintió los dedos de la francesa tocando, efectivamente, no querría ser dejada atrás por un reto como ese. Los dedos finos tocaron casi expertamente, aventurándose lo que sus muñecas le dejaron por sus piernas hacia arriba, y solo necesitó sujetar suavemente sus muñecas con una mano mientras lo hacía.

Porque con la otra sacó las esposas, con un rápido click atrapando las manos de la mujer tras el respaldo.

"Seriamente, por ajustado que es el uniforme, es impresionante como no se ve qué cosas trae uno, aru."

Tragó disimuladamente, como deshaciéndose del ultimo trago del té al verlo rodearla de esa forma, como si se tratara de un animal esperando al momento adecuado para atacar a su presa. Lamentablemente ella estaba bien consciente que era la presa en esos momentos, por lo que no podía mostrar ninguna debilidad. Cruzó las piernas sutilmente, como toda una dama durante una fiesta de té. Se limitó a asentir simplemente a lo que él le decía, manteniendo la sonrisa en los labios. "Oh, ta veo"

Otro escalofrió recorrió su cuerpo al escucharlo hablar detrás de ella, erizandole los cabellos de la nuca. Aprovechando el que no vería su rostro, la sonrisa se deshizo mientras escuchaba atenta mirando al frente. Intentó no hacer ningún movimiento brusco mientras acomodaba su cabello e incluso, en un acto de valiente estupidez, al sentir la mano enguantada, movió ligeramente el rostro, cosa acercarle la mejilla, presionándola suavemente contra su mano.

Asintió a los comandos de este, al pedirle que adivinara la tela de los pantalones, dejando que llevara sin ninguna protesta las manos hacía la espalda. Intentó hacer el mayor contacto, no solo con la tela, si no con el cuerpo de su contraparte. Había abierto la boca para decirle de que tela se trataba cuando escuchó el "click". No pudo reprimir el primer impulso de tirar de ellas, solo para comprobar que estaba atrapada.

"Muy interesante, realmente" comentó a aquello, había relajados los hombros cosas de no tirar de las esposas más. Sus finos dedos recorrieron el metal disimuladamente buscando la traba de seguridad, esperando que hubiera una. "Ha hecho trampa" Musitó repentinamente, respirando profundamente antes de volver a hablar mirando hacía el frente, volviendo a tocar la tela "Al simple tacto puedo saber que es un tejido de Sarga, muy resistente para la ropa que estará en uso pesado, el hilo es fino, aunque no me animaría a darle un gramaje especifico y las fibras... puedo estar segura que hay cierto porcentaje de seda mezclado con algodón. Una tela liviana, resistente y cuya composición no esta disponible en los grandes mercados. Pero usted ha hecho trampa, porque es allí donde le dan sus nombres."

Cerró la boca y espero.

Sintió en un principio unas incontrolables ganas de reír. Estaba resultando curiosamente divertido, esto. Cuando la mujer no era arrogante y desafiante, realmente, podía ser mucho más encantadora, al menos para él.

"¿No que te gustaban las trampas, aru?" Fingió un tono sorprendido, soltándola y alejándose para conseguir distancia, aún atrás de ella, llevando las manos a las mejillas de la francesa, para que no se volteara. "Portarse mal, buscar castigo, ser una... niña mala. Eres una tramposa. ¿Estás en lugar para quejarte?" Quizás ella no le veía, pero se le notaba en la voz que se dejó sonreír.

Las manos enguantadas recorrieron sus mejillas, hasta una boca tan elegante, probablemente pintada fina con el maquillaje experto de la mujer. Manchó los guantes, esparciendo el cosmético alrededor de la boca de la mujer. No lo veía, pero lo presentía simplemente. "Solo busco, Aliénor, aru..." Empezó a hablar mientras lo hacía, y antes de continuar, agarrada de las mejillas le hizo voltear la cabeza, agachándose para quedar cerca, ambos rostros a un nivel, y en una proximidad que podía considerarse íntima. "...Corregirte." Terminó, y la soltó con más suavidad, siempre lento.

Sin darle mucha opción, tomó la silla por el respaldo, levantándola con fuerza para que se balanceara en las patas traseras, y comenzando a empujarla así hacia la habitación.

Tembló cuando sus manos enguantadas recorrieron nuevamente sus mejillas mientras le hablaba, era bastante estimulante el escuchar su voz desde ese angulo. Casi inconscientemente había abierto un poco la boca cuando sus dedos desparramaron el perfecto pintalabios por su rostro, probando que podía permanecer doce horas ante cualquier adversario natural de un buen cosmético, excepto a Yao. Excelente, debería de sugerirles este nuevo elemento tan dañino para el maquillaje.

No le gustaba la posición que le había tocado en aquel juego, siempre le había gustado poder tener aunque sea un mínimo dominio de las cosas y esperaba de alguna forma encontrar el más minimo más adelante. La cercanía de sus rostros, cuando este la obligó a voltearse realmente había sido intimidante de otra forma, lo había encontrado terriblemente... excitante. Y quizás por ello fue que no pensó lo siguiente que diría mientras era llevada a la habitación.

"Esta en lo cierto" concedio, recuperando un poco su sonrisa "no puedo quejarme de lo que usted me haga para corregirme..." Prosiguió, evitando el comentar sobre las trampas "sin embargo es una pena que nunca sepa que tan mala puedo ser"

"¿Crees que no saldrás de esto?"

Dejó la silla, algo brusco dentro de la habitación, y cerró la puerta tras él, asegurándose de echarle llave. Arrastró la silla hasta dejarla frente a un lado de la cama, donde había planeado tenerla, para sentarse él frente a la mujer en dicha cama, por primera vez su figura algo más casual y no recta como siempre. "Aliénor, aru... Un castigo destructivo no sirve. Queremos algo constructivo, ¿no es asi?"

Se sentó un poco más hacia atrás, contemplando a la mujer, y pensativo respecto de sus palabras. Sabía de sobra lo que debía hacer, pero siempre dejaba espacio a las respuestas que ella daba. "Mientras mejor te portes, seré considerado. Mientras insistas en ser una niñita mala... Pues, peor." Estiro un brazo, buscando bajo un cojín sobre la cama. Sintió algo y lo tomó, su primera herramienta, la fusta. La habría dejado a mano, o traído consigo, pero solía ser mal mirado y no quería que la mujer reaccionara mal fuera de la habitación.

Pero sinceramente, ¿malo? Útil, le parecía. Golpeteó la mejilla de la mujer con esta, sin hacerle daño alguno. Tenía buen pulso para controlarlo.

"Puedes seguir portándote mal, como habrás oído. Estás grande para enfrentar sola las consecuencias." Se levantó finalmente, ajustó el sombrero y un guante, mientras sostenía la fusta entre los dientes. Esparció la pintura de labios en el cuero, y la miró, tan desarreglada en el sentido de los labios manchados, y sin embargo, aún tremendamente atractiva. Se agachó un poco, frente a ella, y sacó la fusta de su boca para hablarle, mirándola a los ojos, retándola, poniéndola a prueba.

"Si te beso, ¿morderás de vuelta?"

Solo rodó sus ojos al escuchar la primera pregunta. Claro que saldría de eso, era un País, cualquier herida, sanaría con el tiempo, aunque eso no quitaba que no le gustara ser lastimada.

Escuchó el ruido de la cerradura y las palabras de Yao en calma, manteniendo la vista en el frente o en él. Aliénor interpretó sus palabras como aquel mínimo control que ella buscaba, el daño del juego dependería de ella. Muy interesante, ciertamente interesante. Una sonrisa de renovada confianza se se asomó sobre sus labios gracias a ello, mientras sentía los golpeteos de la fusta sobre su mejilla. No se esperaba esa herramienta y la imagen frente a ella no dejaba de ser excitante, pero debía admitir que el verla entre los dientes de él le deban ganas de arrebatársela. Bruscamente.

"Essayez-le." Respondió estirando el cuello hacía su rostro, había una nota desafiante en su voz, aunque oculta detrás de su marcado acento y la inocencia que había usado para decirlo. Dejando los labios levemente partidos en señal de invitación. Preguntándose cual sería la respuesta que obtendría del chino por ello. ¿La golpearía con la fusta o la besaría? Llevó su cabeza hacía atrás en el ultimo momento, esperando su respuesta.

Enarcó las cejas, por la respuesta, dando el apropiado tiempo para responder. La miró fijamente, todas sus reaccionas, cada mirada. Era una mezcla deliciosa de inseguridad y seguridad, de alguien que quería atreverse, pero temía y con mucha razón a hacerlo. No podía gustarle más. Era una situación, como sintió desde el principio, tremendamene complaciente.

Con la mano que no sujetaba la fusta, tomó el mentón de la mujer. El dedo pulgar esparció la pintura del labio inferior, al tiempo que la hacía mirarle hacia arriba, y se agachó, cerrando los ojos solo para concentrarse en el beso. No fue nada amable, a la pregunta que había hecho, indiferente de como reaccionara la francesa, mordió el primerlo el labio superior, inferior, tiró de ellos y los apretó entre los dientes cada tanto. Se sintió en dominio total de la boca ajena, no bruto, pero firme y sin aceptar ningún movimiento de la otra.

Se separó con violencia, sin darle mucha opción, y retomó la mirada severa cuando abrió los ojos. Movió la fusta con rapidez y azotó la mejilla de la mujer, para luego acercarse de nuevo, y mientras la veía recuperarse de la corta sorpresa, separó sus piernas lo suficiente para acomodarse en cuclillas entre estas. La miró hacia arriba, le llegaba el rostro a la altura del pecho de la otra, y la mano con la fusta apareció dándole golpecitos en la mejilla ofendida, sin causarle daño, como antes.

Hizo el ademán de querer besarla nuevamente, pero mantuvo los labios a distancia de roce, besándola cortamente y hablando sin que sonara cortado.

"Muerde si te atreves."

Por una parte la había deleitado aquel beso, el chino podía repetirlo cuantas veces quisiera, ella no se iba quejar de ello. Pero definitivamente no esperaba el golpe en su mejilla. Había sido como un chorro de agua fría para su creciente excitación por aquel beso. La alivió el que fuese imposible que se sobara la mejilla, gracias a que tenía las manos atadas.

La francesa lo miró perturbada antes de cerrar sus ojos en un intento de aclarar sus pensamientos. Las lineas de los castigos y los premios no eran tan claras como ella había pensado y posiblemente aunque lo intentara, no podría reducir a lo mínimo el daño recibido.

Movió su rostro hacía abajo, abriendo la boca temblorosamente antes de volver a abrir los ojos para mirar al chino, tenerlo entre sus piernas de esa forma era una muy buena imagen que se aseguraría de repetir en otro momento. Interpretó los los golpesitos de la fusta sobre su mejilla como una advertencia, para que recordara lo que no debía hacer. Tomo uno de sus labios con cuidado entre los suyos, acariciándolo delicadamente con la lengua y presionando ligeramente. Su beso siendo todo lo opuesto al que había residido de su parte, pero aun así firme. Honestamente quería morderlo hasta que sangrara, pero prefirió no hacerlo, ignorando el latido en su mejilla donde la había golpeado que le reclamaba vengarse, quería entender las reglas, para saber como jugar.

Quería aprender como provocarlo causándose el menor daño posible.