[Ilia/Kallisto] Una simple visita~

Ilia Dimitrov
La griega le había invitado a su casa, pero no estaba seguro de sus motivos. ¿Tan repentinamente le había llamado? Bueno, no podía despreciar la invitación de una chica, eso era grosero. Como detalle envolvió sus más hermosas rosas blancas y rosadas, armando un enorme ramo. También le llevaba unos girasoles y algo de yogurt fresco... para entrar en ambiente amistoso.

Llegó a su puerta y llamó, esperando el favor de Dios de hallarla despierta. "Zha Karpusi~ Abra la puerta, por favor~" canturreó estando allí.

Kallisto Gataki Karpusi
No todos los días invitaba a alguien a su casa. No todos los días estaba limpia, para partir, simple como era pero todo lo que deseaba: Apartada, silenciosa, blanca. Rodeada de verde para la sombra en la colina, y el balcón dando al azul mar Mediterráneo. No estaba tomando sol o una siesta en uno de los lugares mencionados, porque estaba al espejo, arreglando el desordenado cabello, apenas dandole unos agarres para que se viera bien en su salvajismo natural.

El vestido le llegaba una mano completa más arriba de la rodilla, y en la otra pierna, más arriba aún. Imitaba una toga, blanco y arrugado, pero muy fino y bastante delgado. Se le notaba cada curva, cada cosa - No traía ropa interior alguna.

Con suerte recordó ponerse unas sandalias simples cuando abrió la puerta, impresionada con el ramo de rosas que se encontró en su cara, y al búlgaro tras estas.

"Qué puntual, Ilia. Pasa."

Ilia Dimitrov ‎
"Siempre puntual, señorita~" Le respondió con una amable sonrisa, entrando a su casa. Vaya, qué hermosa era aquella mujer, ese cuerpo curvilíneo, ¿y andaba sin ropa interior? ¡Qué tentación, sobre todo en invierno! Le entregó las rosas en un movimiento torpe, intentando no mirarla demasiado... era infartante aquella figura, pero desde luego no lo diría en voz alta, no quería parecer lanzado.

"S-se ve bonita, zha Kallisto..." Admitió con un ligero rubor en las mejillas mientras dejaba el yogurt fresco por ahí. ¿Por qué lo recibía en esas fachas tan... provocativas? ¿Buscaba alguna ayuda económica? Bueno, eso lo descubriría luego. "¿Le gustan las rosas? Debí preguntar primero qué flores le gustaban, para acertar..." Hizo una mueca con los labios, recorriéndola con la mirada. Era mucha la tentación, demasiada y, ¿para qué mentir? Siempre se le hizo atractiva, si no hubieran tenido tantas rencillas antes, ya habría intentado algo.

"¿A qué debo su invitación?" Rápidamente la abordó, acercándose más de lo debido, esperando que ella no lo notara, al menos no tan fácilmente.

Kallisto Gataki Karpusi
Tomó las rosas, mirándolas con algo de curiosidad. No era que amara mucho las plantas, pero estaban preciosas... Las dejó sobre la mesa, mientras buscaba alrededor algun jarrón para ponerlas, encontró el yogurt que el otro había traído y lo miró con curiosidad. No le vendría nada mal, tenía hambre de ese yogurt búlgaro que hacía tanto tiempo no probaba... "Sí, me gustan las rosas. Gracias." Trató de no distraerse y se agachó a tomar una vasija blanca que se acordaba dejó ahí cuando quiso poner una planta grande en el interior, el gomero ahora en el rincón pero enorme. La dejó sobre la mesa y bajó el vestido que se había levantado atrás, sin prestarle mucha atención, y atendió las rosas con un jarro de agua que siempre tenía en la mesa.

"Quería compañía... Mis gatos descansan con la estufa en una pieza arriba. Quería dejarlos tranquilos, y acompañarme yo de alguien más." Se apoyó contra la mesa, y tomó el yogurt, abriéndolo y probándolo con un dedo. Si bien le gustaba muchísimo el propio, tenía que admitirlo, el búlgaro era excelente. "Espero no te de frío, aunque siento que está temperado acá adentro... Tal vez soy solo yo." Movió una silla con el pie. "Toma asiento, Ilia..."

Intentó no mirarla directamente, lo estaba tentando demasiado para su propio gusto, hey, él era un caballero y debía comportarse como tal, pero con la griega así cualquier esfuerzo por mantener la compostura era imposiblemente doloroso. Sacó su pañuelo del bolsillo de su pantalón, secándose el poco sudor de la frente, completamente nervioso y desorientado. Diablos, no debía mirar, no debía, no... Miró finalmente y aquellos muslos perfectamente formados, su cintura... no tendría porqué estarla mirando tanto.

"G-gracias, zha..." Suspiró, sentándose y echándose aire con una mano al rostro, ligeramente incómodo, por no decir que... ¿excitado, tal vez? Negó ante lo que dijo, mordiéndose de manera casi compulsiva los dedos. Qué tentadora, qué tentadora... "A-ah, creo que está bien, la temperatura de la casa está... agradable. No te preocupes al respecto." Todo en ella le estaba llamando a probarla un poco. Quizás si hacía algún movimiento ella lo notaría junto con sus intenciones. Estiró la mano, agarrándole una de las puntas del vestido, sonrojadísimo, sin poder quitar la mirada de aquel cuerpo escultural.

Le miró entretenida, aunque sin esbozar sonrisa alguna, mientras seguía disfrutando del yogurt apoyada como estaba en la mesa. No siempre le gustaba tentar, era ua mujer bastante... práctica, en ese sentido. Pero algo en el búlgaro le entretenía y le daban ganas de... jugar con él, un poco más. Era como cuando de aburrida se escondía con la comida de sus gatos y esperaba que ellos la encontraran. (?)

Se preguntó que sería que cambió de sus planes directos a algo más... tortuoso, pero le gustó el plan. El sexo en sí incluía la caza, el jugueteo previo, incluso las miradas, y todo le parecía igualmente placentero.

"Como visita... es natural que me preocupe. Pero si insistes..." Miró la mano que sujetó su vestido, y fue suficiente señal de lo... lento que iba el otro. De un saltito simple se sentó en la mesa, indiferente de juntar las piernas, y enganchó los pies a la silla del otro, de un tirón acercándolo a la mesa y frente a ella y sus piernas. Le miró desde arriba, y le dedicó una sonrisa calmada. "Fue muy lindo de tu parte traer yogurt, Ilia. Tiendo a olvidar lo delicioso que es..."

Era casi hacer trampa, pero esta vez sí lamió su dedo cubierto nuevamente en yogurt especialmente lento. Era una apuesta mental a cuánto tendría que hacer para que reaccionara solo el búlgaro.

Respiró pesadamente en lo que fue aprisionado entre las piernas de la castaña, recorriendo su fisionomía con aquellos inquietos ojos verdes, intentando en vano fijar su atención en otras cosas. Maldita sea, lo estaba tentando... y solamente Dios sabía cuánta resistencia estaba oponiendo, pero como hombre tarde o temprano acabaría sucumbiendo.

Tarde o temprano.

Todo en ella lo llamaba a probar, a lanzarse, a dejar de lado las buenas costumbras y hacer muchas cosas que, en noches de insomnio, se imaginó. Con ella. ¿Por qué sólo con ella? Bueno, antiguamente sus fantasías le llevaron con alguna otra, pero durante los últimos años sólo ella había sido objeto de esas fantasías.

Y lo estaba tentando. Así que, ¿por qué no? Volvió a respirar profundo, esta vez atreviéndose a delinear con sus dedos sus suaves pantorrillas, subiendo lentamente por sus piernas, era demasiado real como para ser cierto. Siguió acariciando con insistencia sus piernas, sus muslos, por sobre la tela del vestido, por debajo de ésta, sin atreverse aún a tocar su sexo.

Y tenía que admitirlo, los nervios se lo comían.

Pero nada gusta más que un hombre decidido.