Hvar er álfur? [Jan Thomas Stoltenberg & Me]

Especificaciones Básicas:

El internado se me había vuelto algo bastante monótono y aburrido, incluso para mí que estaba acostumbrada a vivir entre los muros y criar raíces sentada en el piso; era demasiado tener que vivir entre medio de gente que no compartía las cosas que a mí me gustaban.
La biblioteca era de esas normales, nada de una gran colección que ocupaban toda una ciudad y entre sus letras se tragaban todas las historias de la mente humana. Unos libros de referencia, diccionarios y las lecturas obligatorias del semestre...Lo normal.
Ya había pasado un mes desde el primer día que había llegado el mensaje del hada, no eran mensajes que llegaran todo el tiempo, a veces pasaba una semana y solo un papelito me había llegado preguntando que tal me estaba llendo, yo dibujaba al frailecillo aún remando en el mar y cada vez se iba calmando más...Ya no lloroba, ni gritaba; al menos podía mantenerse en pie y decir que aún no habían vientos favorables, porque parecía que Thor se había emborrachado y se había olvidado de escuchar sus peticiones.
Nunca pregunté quien era el misterioso personaje, solo me limité a seguir el juego de las notitas; a veces me gustaba creer que era un fantasma que no podía descansar en paz y quizás había algo oculto entre las palabras que me pedían auxilio. Una teoría loca que me servía para distraerme.
Ese día en la clase me estaba divirtiendo con la notita, yo sabía que normalmente con dejarla en mi pupitre bastaba, pero esta vez le estaba dibujando algo con mucha mayor dedicación. El frailecillo había encontrado tierra firme, era una isla pequeña, no era el lugar al cuál había querido llegar desde un inicio...Pero al menos servía para recuperar fuerza y no aburrirse del trayecto.
El animalito entonces tomó una botella de vidrio y una hoja de papel, donde escribió ¿Donde estás hada? ¿Te has perdido también? ¿Te gusta el regaliz? Sonó el timbre que anunciaba el receso y com tantas veces hice el barquito de papel y coloqué entre los pliegues un dulce de regaliz.

respuesta a especificaciones básicas:

Le había adquirido cierto aprecio al frailecillo ese, era como conversar con alguien que no existía realmente y que podía actuar con normalidad, sin ocultar nada, sin negar nada. Era como cuando era pequeño y hablaba de hadas, gnomos y mundos que no deberían existir; daba lo mismo lo que la gente pensase, el frailecillo seguía respondiendo mis notas. Yo sabía perfectamente que podía acercarme a conversar con aquella chica extranjera, que podía decirle que yo era el hada y que quería ser su amigo, sabía perfectamente que ella probablemente se lo tomaría de buena manera; no parecía del tipo que se enojaría o se desilusionaría por que la misteriosa hada resultase un chico. Mas, prefería el anonimato y que ella, que parecía tan independiente a su modo, no se viese protegida por uno de sus compañeros. Las notas se fueron sucediendo una tras otra, y yo las iba guardando dentro de un libro con olor a viejo, de hojas amarillas y tan sensibles como papel de arroz.

Sonó el timbre para salir y miré como siempre a la chica atrás de mí, se me había vuelto una mala costumbre el esperar la respuesta. Mientras yo tardaba a veces días en enviar una nota, ella respondía en el mismo bloque horario. Esperé que saliese del aula y con las manos en los bolsillos pasé disimuladamente a tomar la nota, he ahí mi sorpresa cuando algo pareció caer del barquito y hacer un sonido agudo en el suelo. Unos cuantos se voltearon a verme preguntando que hacía en ese puesto, una chica que había recogido lo caído me lo tendió y lo tomé rápidamente. "No sabía que le gustaban los dulces al príncipe de hielo", canturreó y noté que era una golosina lo que se había caído al suelo. Agradecí de buenas formas y salí rápido de ahí, maldición, ahora ya sabía alguien que yo era el que sacaba los barquitos de ese lugar. Continué caminando con el dulce aún en mi mano, ¿Estaría bien comerlo? Había caído al suelo, pero, ella lo había dejado como un regalo...Abrí el barquito para ver que decía esta vez el avecilla; bastó eso para que me comiera el dulce sin importar qué.

Respuesta a la Respuesta de Especificaciones Básicas:

Me quedé esperando fuera de la sala, yo siempre era de las primeras en salir. Tranquilamente fuí memorizando quienes salían de la sala sin nada entre las manos o sin tener en la boca algo parecido a una golosina.
Ninguno de ellos era el hada que me enviaba las notitas, yo por más que intentaba averiguar de donde provenía o quien había iniciado la cadena para que el papelito llegara hasta mí, a veces creía que era alguien de delante, a veces quien estaba a mi lado y otras veces con pensamiento más ilógico parecían provenir de un profesor por la ruta tomada.
Ese día la curiosidad me motivó a esperar al hada, escuché algunas chicas hablando en voz baja, no les entendí muy bien de que hablaban. No presté atención porque mis ojos estaban fijos rastreando las bocas que se movían y los bolsillos con algún papel.
Algunos susurraron en voz baja que yo era rara, que de seguro estaba buscando asaltar a algún descuidado. Bufé molesta y solo me sonrojé levemente, no iba a agachar la mirada; podía perder de vista al ser mágico que de seguro estaba revoleteando por allí.
Y de pronto, me encontré con la sorpresa que el único que estaba masticando algo...Era el rubio que había intentado ayudarme el primer día, tragué saliva cuando lo miré fijamente a los ojos azules tan fríos como los mismos glaciares del Norte.
Comenzaron a sudarme las manos y rápidamente me las limpié en la falda, tan jodidamente nerviosa estaba que incluso me sonrojé más. Bajé la vista y salí corriendo, espero no se haya dado cuenta que lo estaba esperando...Ahora iba a dibujar un frailecillo ahorcándose.

R>R>R>Especificaciones básicas:

Más dulce de lo que solía comer me pareció la golosina en mi boca, pero no estaba mal. Caminé unos cuantos pasos fuera del aula y me encontré al frailecillo mirandome a los ojos, ¿Se ha dado cuenta que soy yo? Me pregunto ladeando la cabeza, sus rostro se sonroja, sus manos se vuelven nerviosas y parece que ha intentado decir algo. Una especie de dejavú viene a mi mente por su reacción, me recuerda a esas chicas que me piden salir...¿Ella se ha vuelto una de ellas? Yo realmente no quería eso, ella me agradaba y romper quizás le haría algún más. Esperé unos instantes que dijese algo, pero no fue nada lo que salió de sus labios...sólo dio media vuelta y se fue corriendo. ¿Qué le ha pasado? Está extraña...¿Quería pedirme que salieramos o me ha descubierto? ¿Cómo lo voy a saber...?

- Simplemente debería preguntarle, no hay motivo para tantos rodeos.- Resoplé retomando la caminata hacia mi lugar de descanso, iba a responder la nota y dejarla hoy mismo nuevamente en sus manos. Me senté en el suelo de la azotea y saqué mi bolígrafo, comencé a dibujar al hada que era mi avatar y escribí a su lado unas cuantas palabras. "Me alegra que encontraras algún puerto, yo no estoy perdido. Sólo que cómo tú, encontré un lugar que no me gustaba por completo. Estaba bastante bueno el dulce, gracias." Terminé con un hada comiendo el dulce y volví a doblar el papel, sonó el timbre y volví al aula. Me aseguré de que no estuviese aún en los alrededores, dejé el barquito entre sus cuadernos rompiendo la pauta del mensaje misterioso de mano en mano y rápidamente volví a mi lugar. Esperaba que ella no supiese aun quién era.

Quizás estaba masticando un chicle, quizás se estaba limpiando los dientes con la lengua, quizás era un pedazo de comida atrapado en la boca...Quizás debería dejar de pensar tantas teorías en mi cabeza y concentrarme en el libro que me tapa la cara, creo que los hice mis amigos el día que me di cuenta que la gente muchas veces leía el título del libro e ignoraba a la persona tapada por el.
Cuando sonó el timbre me dirigí con paso fúnebre hacia el salón, no quería ver a ningún ser humano en aquel momento y mucho menos al rubio que me había mirado con quién sabe cuanta lástima.
Miré hacia mi pupitre y con cierto alivio me di cuenta que no estaba allí el barquito, el hada seguía yendo a buscar sus notitas. Me senté, apoyé la espalda en el respaldo y solté un pesado suspiro mientras mis manos tomaban el cuaderno de la siguiente clase y lo abrían, sin embargo un pequeño barco de papel con el complejo de un avión salió volando; sin importarme nada me abalancé en la caza del proyectil aéreo y lo capturé entre mis manos, sin querer lo arrugué un poco debido a la emoción.
Algunos se dieron vuelta a mirarme y solo les clavé mis ojos indiferentes ¿Es tan raro que yo sea quien hace ruido? Volví a concentrar toda mi atención en la nota y la desdoblé con cuidado, sin creerme que se había roto el ciclo...Hoy yo iba a tener una respuesta de mi hada.
Miré el dibujito, las palabras...el agradecimiento...Creo que si pudiera sonreír como las niñas bobas lo hubiese hecho, sin embargo me volví a sonrojar, temblé un poco y no tardé en tomar mi bolígrafo para comenzar a dibujar.
"¿Y porque no te gusta?" Saqué una nueva hoja de papel y el frailecillo ahora tenía un vaso en el oído y un cablecito salía del improvisado teléfono. Era mi turno de enviar la nota...Le pedí al compañero de adelante que se la entregara al chico rubio. Si me equivocaba, él solo sería otro más riéndose de mí.
Y si era él...Sería más fácil enviarle notas.

El chico a mi lado me dio un leve golpe en el brazo que me hizo salir de mi aturdimiento, lo miré feo y él chistó que no me enojase, que él sólo cumplía un favor. A escondidas de la profesora me pasó el barquito de papel que tanto me temía; ella sabe que soy yo. Tomé con cuidado el pequeño origami y no pude evitar desviar a mirarla, tan rápido como fue aquel desliz, así mismo volví la mirada al frente. Ella me estaba mirando fijamente, yo no me inquietaba por eso sino por haber reconocido con voltearme el que no se había equivocado de remitente. Susipiré y abrí la notita, una imperceptible sonrisa lució mis labios al ver que ahora ella la que estaba preguntando por mí.

Me tomé lo que quedaba de la clase para pensar que responderle, no quería contarle cosas así a quién ya tenía más problemas o bien, eran cosas tan extrañas que sólo a mi me interesaban. Jugueteé con el bolígrafo pensando si incluso era necesario usar aún las notas: ella ya sabía que era yo. Miré el reloj notando que faltaban cinco minutos y comencé a escribir algo simple. "Debe ser que nunca me pude adaptar, una especie de Medusa trágica. Todo lo que veo se congela o hace piedra." Dibujé al hadita con una máscara de serpientes y doblé el papel,esperé que el timbre sonara y me levanté de mi puesto hasta quedar frente a ella. Le dejé el barquito frente a sus ojos y me fui caminando lo más rápido que pude, no quiero ver su rostro tras mi mala broma.

Una vez que me aseguré que era él, me logré concentrar en clases. El hada que me visitaba en las notitas era nada más que el chico que había hecho sufrir a más de la mitad de las chicas de la escuela.
Algunos rumores contaban que hasta había dejado a unas embarazadas y como si nada, luego les pedía que abortaran y él costearía todo. Pero yo no podía tragarme esas cosas cuando de mí se decía cada estupidez, como la de que mis padres eran mafiosos que intentaban salvar a su hija metiéndola en una escuela normal.
La gente tiene tanta imaginación colectiva que deberían dedicarse a postular de guionistas en alguna teleserie o película rosada.
Cuando terminó la clase, me quedé sentada en el pupitre...Esperando la respuesta de mi papelito, tragué saliva cuando lo ví justo en frente de mí dejando el barquito, aunque quise hablar y preguntarle al menos como se llamaba...Se me quedaron las palabras atascadas en la boca y no ayudó el hecho que se marchara corriendo.
Abrí la nota y revisé lo que me decía, me había hecho gracia su broma con el mito de Medusa; el hada con la máscara se me veía linda.
Dibujé al frailecillo ahora con unos lentes de sol y aún con el vaso en la oreja "Pero puedes seguir hablando conmigo porque tengo lentes a prueba de Medusa. Simplemente es mejor ignorar sino nos pueden aceptar como somos, la idea de cambiar por alguien es boba.
Terminé de escribir y fui a dejar la nota en su pupitre. Escuché unas risas y que pronto el príncipe de hielo también iba a jugar conmigo y que era mucho mejor que me quitara la idea de algo romántico.
Me alcé de hombros y volví a sentarme, yo tenía una cita con Ulises.

Cuando me di en un lugar seguro, extrañamente en una azotea apoyado en la rejilla, suspiré y miré a la gente en los patios. Ya había arruinado la posibilidd de hablar con alguien que no era víctima de los rumores que de mí hablaban, con una persona que parecía normal entre tanta gente, o bueno, mi normal. No me imaginaba la expresión que ella habría puesto si me quedaba a decirle, con mis palabras, que el chico que la gran mayoría odiaba y daban por insociable, se había preocupado por ella. Quizás creía los rumores y se pensaba que intentaba hacerle algo, tan equivocado...Suspiré con desgano ya que había perdido el contacto con el frailecillo que me agradaba.

Dejé que el tiempo avanzara y la siguiente clase no entré, me quedé en la azotea mirando el cielo, narrandole al aire la historia que me había ocurrido. Un poco de fantasía le agregué a la pequeña amistad del hada y el frailecillo, quedaba como una linda historia si le quitaba el hecho que fuesen sólo dos dibujos en una hoja de papel, dos dibujos hechos por unos adolescentes sin nada mejor que realizar. Volvió a sonar el timbre anunciando la hora de almuerzo; mi estómago rugió levemente y supe que no podía quedarme más momentos en ese sitio. No me demoré demasiado en volver al aula en busca de mi almuerzo y me sorprendió ver al apreciado barquito sobre mi pupitre. Leí el papel con alivio, no se iba a alejar por que yo fuese un chico raro que se escondía tras un hada para conversar con una extraña, o bien, que se comparaba con un mito antiguo. Sonreí levemente, aun que poco duró cuando escuché a unos tipos hablar que no me bastaba jugar con las chicas del instituto, sino que ahora iba por la extranjera. Guardé el papel en mi bolsillo y volteé a verlos, guardaron silencio de inmediato.

- Son unos cobardes por no poder burlarse de la gente en su rostro, que pena dan realmente.- Comenté como si nada, uno se levantó enojado a golpear y dejé que lo hiciese, no cambié mi expresión ni un milímetro. El tipo retrocedió al ver que me era indiferente e insultando se alejó, me sobé la mejilla por que si había dolido y volví a buscar entre mis cosas la billetera para comprar algo en el casino. Busqueé por inercia su puesto y la vi leyendo, o quizás sólo se escondía de mí.

Me quedé mirando al puesto vacío, incluso cuando el viento había hecho volar al barquito lejos del banco...Me levanté en medio de la clase y lo volví a colocar en su lugar, no quería que nadie tocara la historia del hada y el frailecillo.
Estaba ansiosa por recibir respuesta, pero él no aparecía por ningún lado, quizás debía hacer caso y él se había ido a jugar con su novia de la semana.
En la hora de comer, me quedé leyendo...Nadie debía saber que yo no iba a almorzar porque no tenía dinero para ello, pese a que me salía mucho más barato comprar que al resto de mis compañeros; mis padres no me habían enviado lo suficiente presupuesto para llegar a fin de mes. Así que simplemente fingiría que el libro era tan interesante que no podía parar de leer y hasta se me había olvidado comer.

Pasaron los minutos y me percaté que el rubio había vuelto. Contuve la respiración cuando escuché como los chicos del salón comenzaban a hablar mal de él, me escondí detrás del libro aunque poco atención prestaba a las aventuras de Ulises cuando sabía que esto terminaría en pelea segura. Apreté el agarre de las páginas cuando escuché el puñetazo y saqué mi vista de las letras para encontrarme con el ojiazul golpeado en la cara.
Por un segundo nuestras miradas se cruzaron, el frailecillo estaba asustado en su isla, preguntándose si debía creerle a los nativos las cosas que decían del hada del hielo.
Me levanté de mi asiento, tomando mi botella de agua y dejé el libro a un lado, creo que ya estoy sonrojada, creo que me tiemblan las manos también que estoy siendo un frailecillo tonto que se ha lanzado al mar para ir a otra isla siguiendo el camino que dejó el hilo que unía los vasos de plástico.
-Permiso.- Coloqué un poco de agua en un pedazo de papel higiénico y me coloqué en frente de él, le limpié el lugar donde le habían golpeado, al menos no estaba sangrando.

No retiré mi mirada de ella, la ví levantarse para huir de la falsa cara del hada y acercarse a conocer a la real, cerré uno de los ojos cuando limpió mi mejilla golpeada e involuntariamente di un leve paso hacia atrás. Dolía, de seguro estaba rojo. Irónicamente era cuando me golpeaban por idioteces que mi rostro algún color tomaba, de otra forma, era el témpano que todos conocían. Esperé que terminara de limpiar e hice un asentimiento con la cabeza para agradecer.

- Gracias.- Susurré sin importar que más gente estuviese mirándonos, que una chica reclamase que ella debía haber limpiado la herida para que floreciera el amor entre los dos. Yo no estaba enamorado por que ella me limpiese la mejilla, sino porque...¿Qué estoy pensando? Yo no estoy enamorado. Sólo me agrada bastante lo poco y nada que sé de ella. Me quedé mirandola en silencio, el frailecillo no parecía asustado por los fríos ojos del hada.- Pareces realmente inmune a los ojos de Medusa.- Comenté un poco sorprendido ladeando la cabeza.

No entiendo a las personas, por eso las evito. No me agradan los grupos y por eso jamás intento ser parte de ellos. De hecho, si las personas fueran más honestas y yo menos tímida...Sería otra historia.
-De nada.-Dije aunque me llamó especialmente la atención que diera un paso atrás cuando le toqué la mejilla. Quizás se había intimidado por haber ocupado algo de tan bajo presupuesto como lo era un pedazo de papel higiénico, mi pañuelo lo había vendido la semana pasada para comprarme el almuerzo de esas fechas.
Segundos después el rubio ladeó la cabeza, yo también lo hice y me quedé mirando curiosa de como se podía ver el mundo así.
-Llevo puestos los lentes.-Le respondí con la misma voz fría que él tenía. Aunque mis mejillas las podía sentir a punto de explotar. Saqué la bandita que traía en el bolsillo y se la coloqué en la cara donde tenía el rasguño.-Si duele, te llevo a enfermería.-

Asentí a la bandita y le comenté que no era tan grave para ir a enfermería, que pasaba bastante peleando por que no me gustaban ciertas cosas, aun que casi siempre era indiferente. Desvié la vista al libro que había abandonado sin más, de seguro había extraviado la página y me sentía culpable por ello. Pasaron unos intantes más, donde me di cuenta que el silencio con ella no era incómodo, era una forma de apreciar realmente las pocas palabras que uno le decía al otro, aun que en papel éstas fluyeran en un gran caudal. Cerré los ojos irritado por el bullicio y tras fruncir un poco el ceño, los volví a abrir.

- Que molestia, sus voces no me dejan pensar.- Le comenté a la chica frente a mi, caminé unos pocos pasos hacia su puesto y tomé el libro que ella había dejado, revisé el título con cierto agrado y volví a mirarla.- En este sitio no vas a poder leer en paz, te mostraré un lugar mejor. ¿O estoy siendo imprudente?- Volví a preguntar de forma educada, se me había olvidado que ella ni mi nombre sabe. Dejé el libro en su pupitre nuevamente y la miré nuevamente a los ojos, el sonrojo en sus mejillas era adorable pero jamás se lo diría.- Perdón, no es mi intención el ser arrogante.

Es tan raro que no sea el tipo de hombres que hablan y hablan sin detenerse, yo seguía mirándolo, con la cabeza ladeada y viendo que los demás seguían con sus chismes ¿Que cosa se inventarían ahora?
De pronto el silencio se rompió cuando su voz nuevamente volvió a hablarme, ahora decía oraciones completas y pese a que parecía exhalar hielo mientras sus palabras venían hacia mí, no las sentí como estacas.
-Me acostumbre al bullicio.-Dije respondiendo a su pregunta y luego me llamó la atención que a su manera creyera que todo me ofendía.-No, para nada.-
Mis respuestas eran cada vez más cortas por culpa de sus ojos azules que parecían estar pensando en tantas cosas a la vez.
-Si tienes algo que sea mejor que la cosa que llaman biblioteca.-Le respondí recordando que en ese lugar la gente solo gritaba y hacían espectáculos.

Asentí en silencio y comencé a caminar, esperaba que entendiera que debía seguirme. Escondí mis manos en los bolsillos esperándola fuera del aula, una vez me alcanzó, me percate que no llevaba almuerzo alguno y supuse que nuevamente no iba a comer. Me había fijado que había días que simplemente no comía, suponer que tenía problemas monetarios era tan ofensivo como imaginar que era poseedora de algún síndorme alimenticio, mejor no pensar en cosas que no me deberían importar. Le señalé con palabras vagas que me esperara en las escaleras y fui a comprar algo de comer, un refresco y un emparedado de atún. Tenía una extraña manía por el sabor a mar...aun que yo odiase el mar.

- Subamos.- Señalé las escaleras y comencé a subirlas, pronto llegamos a mi guarida en la azotea. Caminé hasta dejarme caer apoyado en la rejilla, volví a mirarla.- Puedes venir aquí cuando quieras, nunca hay nadie. Si sientes que te soy molestia, hay espacio de sobra para que busques un lugar que te guste.- Abrí el refresco bebiendo un poco, continué mirándola. Hice una seña invitandola a sentarse, pero si no lo hacía, no me ofendía. Busqueé en mi bolsillo la notita y el bolígrafo, comencé a responderla aun que ella estuviese ahí para verme. Terminé y la guardé nuevamente en el bolsillo, aun que yo hablase con esa chica, creo que no quiero dejar en el olvido la historia del frailecillo y el hada.

Ahora entendía los apodos que le habían colocado, como el del príncipe del hielo y tantos otros...Me alcé de hombros cuando la gente se me quedó mirando, si el rubio decía que lo siguiera no tenía nada de malo hacer aquello. Creo que la imaginación humana hace muchas historias cuando esta aburrida o requiere atención con urgencia.

Caminé a su lado por todo el trayecto y me sentí sumamente hambrienta cuando lo ví comprar emparedado, mi última comida había sido exactamente hace dos días y solo vivía alimentándome de las sobras del casino que la señora cocinera me daba por piedad. Cuando llegamos a la azotea me golpeó el viento en la cara y por primera vez me di cuenta de lo alto que era el edificio.
-No eres molestia.-Dije al toparme con su mirada, estoy empezando a sentirme realmente mal. Me senté a su lado y no hablé mucho, tampoco quise interrumpirlo al momento que respondía la nota; yo odiaba que me molestaran mientras hacía algo. Quizás el también.
Me cubrí el estómago cuando gruñó, enterré mi cara sonrojada entre mis cabellos y solo se me ocurrió rezarle a Odin para que no volviera a pasar.

Escuché el sonido de su estómago confirmando una de las tantas hipótesis prohibidas de hablar, tomé mi emparedado y le corté la mitad. Se lo tendí sin decir nada, ni siquiera un "ahí tienes", sólo se lo ofrecí y comencé a comer mi pedazo con lentitud. Ella me recordaba un poco a una persona, no por el sentimiento que la sintiese alguien menor a quién debía proteger sino por que su silenciosa voz que jamás pedirá algo, me recordaba un poco a mí mismo hace unos años. Había un tiempo donde yo hablaba más de lo deseado para que nadie pudiese contarle malos rumores a cierta persona especial, fue ahí cuando adquirí el hábito de narrador y cuando sonrisas leves de mis labios podían salir. Eran tiempos donde yo me desvivía cuidando a alguien que no era yo, eran tiempos donde el príncipe de hielo le gustaba visitar las praderas de verano...eran tiempos que ya no eran. Era bueno recordar, para no cometer los mismos errores. ¿Estaba bien que le rompiese las gafas al frailecillo? Así se iba a alejar de esta persona mala y que jamás nada le podrá ofrecer, sólo cuentos que no son reales y un silencio tan profundo como las tormentas del norte. Nada que una chica, una amiga, una conocida... le parecería interesante. Subí mi mirada al cielo, también él me recordaba el mar.

Me dieron ganas de llorar cuando vi por fin algo comestible que no era parte de algo que nadie había querido comerse. Tomé el pan entre mis manos y s lo agradecí en voz baja, aunque lo suficiente para que me escuchara.
Di la primera mordida y el sabor a atún me hizo pensar que estaba devuelta en mi casa de la playa, comiendo pescado fresco recién sacado del mar. Papá y mamá se estaban riendo...Y no arrojándose insultos como en las últimas semanas.
Un largo silencio se prolongó entre los dos, creo que nos perdimos en los recuerdos ¿Que estara pensando esa mente? Desvié la vista hacia él, ya me había tragado el almuerzo, me sentí un poco nerviosa recordando que teóricamente debía comer un poco más despacio si quería dejar de tener tanta hambre.
-¿Como te llamas?-Le pregunté volviendo a mirar el cielo, había una nube en forma de ballena.

Parpadeé al oír su voz hablarme y ladeé el rostro para verla, si me sorprendió o no el que me estuviese mirando, no se notó para nada. Como siempre.

- Jan Thomas, mis padres prefirieron un nombre compuesto.- Acoté a pesar que era normal en el país utilizar nombres combinados, no falta quién me creía alguien refinado por ello. Continué mirándola tranquilamente, sus ojos violetas me parecían un poco exóticos. ¿Serían lentillas o naturales? Tampoco iba a preguntarlo.- Eres Lilja si no me equivoco, aun que me acostumbré a llamarte frailecillo.- Confesé como si fuese lo más normal del mundo, probablemente no era lo más adecuado pero no quería ser como siempre, ocultando y actuando todo. Que aburrido era todo eso, ella decía tener gafas para no morir a manos de Medusa, yo iba a ver cuanto aumento tenían. Busqué el refresco, limpié la boquilla y se lo ofrecí.