Spillet om tiltrekning [Me & Lilja Sigurðardóttir]

Especificaciones básicas:

Si habían cosas que no solía soportar, entre ellas estaba la gente que no conocía su lugar; las chicas solían creer que por que yo aceptase una cita con ellas, las llevase a pasear o por que simplemente les dejaba acercarse a besarme, yo las amaba. ¿De dónde habían sacado tan ilógica idea? ¿No les quedaban claros los rumores sobre mí? Yo solía aceptar salir con cualquiera que me lo pidiese, claro, eso si no tenía una novia momentanea. Solía durar unos dos o tres días, siempre me aburría antes y se los decía sin rodeos. "Me desagradas", "Me molestas", "Que ruidosa eres", "¿Por que no te buscas alguien con el cual compartir gustos?" y aún así, con tantas formas poco educadas de terminar una relación...siempre había otra dispuesta a aventurarse. A veces, me preguntaba por que aceptaba todo esto y siempre era la misma respuesta, el aburrimiento es el peor mal del mundo, ya se me acababan las formas de combatirlo. Tantas cosas que podía hacer y por simple pereza, sólo escogía tres de ellas: leer, escuchar música o salir con chicas desconocidas. Lamentablemente no era mejor que el promedio de los adolescentes de mi edad.

Resoplé cerrando el libro de mitología y miré por la reja de la azotea, abajo había tanta gente que desconocía y ninguna me producía demasiado interés, una chica se percató de mi presencia y me saludó. La ignoré sin más y pareció desilusionada, le comentó algo a su amiga y continuaron caminando. Volví a abrir el libro en la página que lo había dejado y comencé a recitarlo en voz alta, tenía una mala costumbre de disfrutar el relatar al aire historias, a veces incluso, creía que el aire se reía y me respondía complacido por aquella atención. Continué leyendo como si mis amigos de la infancia me escuchasen, aun que ahora yo era grande y había, en parte, dejado de verlos como antes. Algunos decían que yo me había desquiciado cuando comentaba aquello, otros decían que sólo inventaba para hacerme el interesante...a mi me daba lo mismo, seguía creyendo en todo eso que a la gente le parecía utópico. Pero, ninguna de las tantas novias que he tenido, sabía de ello.

Cuando papá había anunciado que estábamos en quiebra...Creo que me lo tomé con tanta indiferencia que fue preocupante, yo no era de las chicas que iban a comprar ropa todos los fines de semana, tampoco de las que se gastaban todo en maquillaje.
Lo único en lo cual invertía cantidades desbordantes y exageradas de dinero era en libros y no en cualesquiera, me gustaban los viejos con olor a polilla y escritos en la versión más antigua de su idioma. Mi orgullo era saberme las sagas islandesas de memoria y gran parte de la mitología nórdica, pero aún me faltaban cosas por aprender. Para ello tenía a mis amigas las bibliotecas y liquidaciones de librerías, me las iba a arreglar.
Aunque claro que tuve que despedirme de mi casa, de mi casa en la playa, de la de invierno y...de mi escuela privada. Mis padres vendieron hasta la ropa de gala para pagar la mudanza y el nuevo departamenteo de una habitación ubicado en la zona media.
Mis libros también los vendieron, lo único que pude conservar fue mi peluche del señor Puffin que me había acompañado desde la cuna. Creo que nadie lo quiso comprar porque le faltaba un ojo, la mitología que rondaba en la familia decía que yo me lo comí cuando no me habían dado mi biberón.
Por estas razones...Me había combiado a una escuela pública. Papá lloró y mamá me dió la bendición (cosa que jamás en mi vida habían hecho) el primer día de clases.
-Me llamo Lilja Sigurðardóttir, un gusto conocerlos.-Dije y sin mirar a nadie elegí el puesto más lejano de toda existencia viviente.

Una chica nueva había llegado a nuestro salón, todos comentaban que tenía un porte de señorita millonaria y que venía de una crisis familiar, en este lugar los rumores volaban tan rápido que uno no se daba cuenta cuando ya era idealizado. Al menos eso me había ocurrido a mí, las chicas me veían como el príncipe solitario de las tierras nevadas. No recuerdo quién me había llamado así, creo que una chica que había tocado mi piel y dicho que estaba muy helado, quién sabe. Vi de reojo que la chica caminó hasta el fondo del salón y se sentó entre todos los murmullos, pobre chica, será blanco de todos. Volví a mirar al frente cuando mi atención fue recobrada por el encargado de clase y garabateé unas cuantas palabras sobre el papel, no me gustaban las tutorías.

Escuché que algunos comenzaban a susurrar al verme tener cuidado al sentarme y al acomodarme para que no se me levantara la falda, costumbres que se me habían pegado solo para no avergonzar a mi familia.
Miré a todos lados y me sonrojé agachando la mirada, iba a esconder toda mi vergüenza escribiéndola en el cuaderno, dibujé un garabato simple de mí misma con los cachetes de color rojo y sacando una metralleta para matar a todos los demás garabatitos de mis compañeros. Era una manera tonta de desquitarse, tan tonta que me hacía sentir peor; nerviosamente comencé a balancear mis pies y con la vista fija en el cuaderno...Seguí matando a mis dibujos.

Terminé el garabato de mi cuaderno fingiendo tomar atención al encargado de clase, pero realmente estaba pendiente al sonido de un bolígrafo siendo asesinado contra una hoja de papel; era un sonido tan leve pero molesto que no evité el mirar hacia atrás para ver quién era la persona despechada contra un cuaderno; bastante patético cabía decir. Me sorprendió, aun que no se notara en mi rostro, que fuese la estudiante nueva la dueña de aquel tonto acto y no evité sonreír suavemente al verla tan sonrojada, debía tener mucho miedo por todos los rumores que se escondían frente a ella.

Estaba a unos tres puestos míos pero no fue problema el seguir el pequeño impulso de dibujarle un hada preguntandole si estaba bien y se lo hice llegar a su puesto. No lo había firmado ni nada, no sabría jamás quién se lo hizo llegar y por ello me había permitido un acto tan infantil como aquel.

Al final mi garabato terminó con una Lilja triunfante vestida de vikingo con un hacha entre las manos y diciendo que había triunfado en la guerra de los garabatos. Agradezco que nadie lo haya notado, sin embargo al ver que llegaba a mi puesto una nota, no pude evitar tragar saliva.
El primer impulso fue romperla, el segundo fue hacerme la ignorante y el tercero abrirla. Me incliné por el tercero gracias a esa curiosidad asfixiante innata que había carcomido mi ser desde que nació.
Desdoblegué el papel con cuidado y me di cuenta que un hada me estaba preguntando que ocurría, me sonrojé más si era posible y dejé a un lado el papel, no iba a responder.
Nadie puede haber sido tan odioso de haberme mirado y descubierto que me desquitaba con mi cuaderno, no iba a levantar la vista por nada del mundo y mucho menos...Responder.
El resto de la clase coloqué toda mi atención en la tutoría, aunque la materia era aburrida y me sacaba varios bostezos, logró el propósito de distraerme de los papelitos, de los murmullos y de las miradas.

Bastó con solo dos minutos que el estudiante dejara de dictar la clase mientras entregaba unos exámenes para que mis ojos volvieran a fijarse en la nota con el hada, era bastante linda y tierna...De hecho, mucho mejor que mis garabatos. Suspiré y justo al lado de ella dibujé un frailecillo con un casco vikingo y la frase "I'm Lost!" sobre su cabeza. Sabía que por el rato que había pasado era imposible que la gente recordara de donde provenía la nota, así que esperé que sonara el timbre para salir a recreo y coloqué la nota encima de mi pupitre, doblada en forma de barco.

Yo sabía que no iba a recibir respuesta alguna a mi nota, pero no importaba. Había cumplido mi próposito de hacerle cambiar su mala acción de asesinar el bolígrafo y que se percatase de la aburrida tutoría, que a mí no me gustasen no quería decir que fuesen inútiles. Continué lo que quedaba de la clase, dibujando en mi cuaderno y mirando por la ventana, esperando que el tiempo avanzara de una forma escalofríantemente lenta...realmente prefería estar en la azotea donde eran mis territorios en los descansos.

La clase terminó como siempre, dos minutos antes del timbre y guardé mis cosas en el pupitre, desvié mi vista a todos mis compañeros cuando escuché unas risas, miré a los dueños y no me sorprendió notar que hablaban de la chica nueva y un papel que había dejado sobre la mesa. Era mi nota.

- Si tienen tiempo de burlarse del pasatiempo de una chica, realmente deben estar desesperados por atención.- Chisté apoyando mi rostro en la palma y mirándolos con esa indiferencia que me caracterizaba. Un tipo dijo una broma pesada y sólo lo miré con mayor concentración, tragó saliva y dejó el papel donde estaba, de a poco se fueron alejando. ¿Tanto miedo me teneís? ¿Cómo es posible que de un príncipe para algunas chicas, sea una amenaza para otros? Me han dicho que se debe a que no saben que pasa por mi mente, que mis ojos se ven vacíos y me creen capaz de cualquier cosa. Yo simplemente no sé expresar las cosas, la gente es tan estúpida con sus hipótesis.

Me marché indignada del salón, con las mejillas sonrojadas y mi expresión intentaba mostrarse lo más indiferente que podía, yo tenía que ser fuerte y demostrar que no me afectaba en lo más mínimo lo que dijeran de mí.
Era el primer receso y decidí que lo mejor para mí en esos momentos era tomar una bocanada de aire sentada allá afuera, sin ningún idiota que me molestase. Aunque ahora si lo pensaba detenidamente quien leyera la nota iba a reírse de mí, más aún con la forma de barco y el escrito en la proa que decía "Nos encomendanos a Thor para llegar a destino."
Seguí caminando, empujando gente en el camino y soportando las miradas curiosas que se clavaban en mi cabello ¿Debería teñirlo? Pero de pronto como un golpe, recuerdo que no hay dinero, por lo cuál deberé vivir con la maldición de tener una nevazón islandesa en la cabeza.

Esperé a que todos se marcharan y me levanté a tomar la notita que en un inicio había sido mía, luego fue de ella y ahora no tenía dueño. La abrí y la cerré rápidamente tras leerla, la iba a guardar por mucho tiempo si era necesario, era difícil encontrar cosas así en la visa...una chica que entendía de mitología, aquello me intrigaba bastante. Guardé la nota en mi bolsillo y con las manos en ellos, salí del salón a paso marcado con dirección a mi fortaleza en la azotea. Era divertido el hecho, que sólo dos clases de personas se dirigían a ese sitio: las que yo invitaba y los estudiantes nuevos. Y era obvio que nuestra nueva compañera entraba en la segunda categoría. Continué caminando hasta encontrarme, en las escaleras, nuevamente un grupo de gente molestandola. ¿Cómo era tan infantiles? Resoplé para llamar su atención, no era un matón y tampoco un alma caritativa ayudando a los desvalidos, sólo era un chico extremadamente aburrido que buscaba con quien pasar el rato.

- ¿Podríamos decir que suman puntos por molestar a una chica o es lo mismo de antes?- Pregunté con tranquilidad, fui totalmente ignorado y me alce de hombros. Hice una seña de mano para atrapar la atención de la chica, si ellos ignoraban, nosotros también.- Déjalos hablando solos, así se aburriran.

Los dejé hablar, no me molesté en demostrar más mi vergüenza. No era que me estuviesen diciendo malas palabras, tampoco que me hicieran bromas pesadas...Solo eran demasiado ruidosos y quizás mi silencio les intrigaba. Una pregunta tras otra me lanzaban, quizás un pensamiento medieval era pensar que eran verduras podridas y yo era la bruja condenada a morir en la hoguera.
De pronto una mano lejana llamó mi atención, parecía que el rubio dueño de ella me estaba intentando llamar lejos de la batahola; me levanté un poco de puntitas buscando una salida.
-Cállense.-Dije agachando la cabeza y saliendo del tumulto de personas luego de haber encontrado mi ruta de escape. Miré al rubio con cara de pocos amigos y le negué con la cabeza, mientras pasaba por su lado rápidamente y me marchaba a toda prisa; no necesitaba ayuda de nadie.
Tampoco compasión, yo podía arreglármelas sola.

- Como quieras.- Le susurré al verla marchar y continué subiendo las escaleras hasta la azotea, abrí la puerta y caminando unos cuantos pasos hasta la rejilla me dejé caer de espaldas afirmado en ella. Miré el cielo, habían varias nubes con formas curiosas. Algunas parecían dulces, otras gnomos y, unas pocas me recordaban al frailecillo del dibujo. Busqué en mi pantalón el dichoso papel y lo volví a desdoblar parar leerlo. "I'm Lost!" rezaba el avecilla dibujada mientras navegaba en las aguas cuadriculadas de tinta negra, me parecía que yo antes había visto la especie a la cual pertenecía en el zoológico de la ciudad. Devolví el trozo de papel a su guarida en mi ropa y continué mirando al cielo, ya se había despejado más de lo que me gustaba.- Hoy será un mal día...- Comenté con molestia no demostrada, los días soleados no me gustaban lo suficiente aún, me recordaban que incluso el clima más helado podía sonreír de la forma que yo no podía.

Escuché la campana de término de receso y me levanté de mi sitio, volví a bajar con las manos en los bolsillos y la cara de no sentir nara; la chica nueva realmente parecía molesarle mi presencia. De pronto, escuché un llamado a mis espaldas, volteé para encontrarme con una niña de primero sonrojada...ya sabía que seguía.

- Está bien.- Respondí a su petición y ella chilló de la felicidad, sonrojada cerró los ojos y supuse que ahora que salíamos, yo debería besarla. Bajé un poco a sus labios y los rocé, la chica se sonrojó aún más y se alejó avergonzada, sonriente. Bufé despreocupado y me limpié la boca, no había sentido absolutamente nada; ya terminaría con ella antes de acabar el día. Di media vuelta y continué mi camino a clases, ya iba retrasado.

Me escondí detrás de una muralla lejana y miré hacia atrás, solo por si acaso el rubio no se había ido. Y en efecto, ya no estaba allí. Apoyé mi espalda en la pared y fui cayendo de a poco hasta sentarme en el suelo, me quedé allí, sin hablar, sin decir nada y decidí que lo mejor era cerrar los ojos y dormirme un rato.
Metí mi mano al bolsillo de la falda y busqué algún dulce que me sirviera de consuelo, encontré uno pequeño de regaliz escondido entre las trabas para el cabello y los hilos que marcaban el estado deplorable del bolsillo. Lo desenvolví con maestría en menos de un segundo y me lo eché a la boca, con la convicción infantil de que una golosina podía acabar con todos mis problemas.
Sonó el timbre y me sobresalté, me había colocado demasiado cerca dle dichoso artefacto y ahora sufría las consecuencias, mis oídos casi habían explotado. Me levanté del piso y me sacudí la falda, aún tenía el dulce en mi boca y no pensaba morderlo...Aquello era un pecado. Era adelantar la destrucción de algo delicioso.
Entré al salón, con paso firme y diciéndome que iba a ignorarlos por completo aunque me costara; me senté en mi pupitre y observé con curiosidad que mi barquito ya no estaba, revisé el suelo por si acaso se había caído y nada, simplemente ya no estaba ¿Algún gracioso la había lanzado a la basura o "la hada" la vino a recoger?

Me recosté en el respaldo de la silla jugando con el bolígrafo entre mis dedos, teníamos la clase de aritmética estas dos horas y no era un tema que me complicara muchísimo, simplemente prestaba atención como cualquier estudiante de esta sala. Las horas pasaron, los descansos uno tras otro se fueron sucediendo y pronto el timbre de salida anunció que el día curricular había finalizado. Tomé mi bolso y miré por curiosidad a la albina que se sentaba unos tres puestos tras de mí. Un acto reflejo involuntario me hizo despedirme levemente con la mano de ella, no entendí bien el porque lo había hecho hasta que salí del salón de clases y la novia de turno me esperaba dando brinquitos sobre sus talones.Creo que me había despedido para que el pequeño frailecillo no se encontrase tan solo o quizás,había deseado ser cortés como no lo sería con la chica esta. Pasé de largo de mi novia y ella me siguió como una especie de polilla a una luz, realmente me sorprendía que si uno no saludaba a un ser humano...éste no comprendiera que no quería hablar con él. De pronto, me quedé quieto al sentir como me abrazaban y me revolví incómodo, la empuje un poco y la miré con extremo odio. Mis ojos más fríos de los usuales parecieron quemar en el hielo a esa estúpida. ¿Quién la ha dejado abrazarme?

- Terminamos.- Le anuncié sin más, ella comenzó a llorar y yo continué caminando. Había olvidado que a las mujeres debo tratarlas mejor, pero si algo odiaba, era que invidieran mi espacio sin previo aviso. ¿Algún día alguien lo entendería?

Cuando comenzó la clase de los números...No pude evitar sentir un malestar en el estómago y que inclusive me dieran ganas de vomitar, demasiado tiempo sacando cuentas de las facturas, los préstamos, las boletas...E igual la economía de mi casa se vino abajo como si las grandes desgracias estuvieran listas para cobrar por cada sonrisa feliz que sacó el consumismo.
Pasé el resto del día en mi escritorio, escribiendo y releyendo un libro con olor a viejo que se llamaba "La Odisea", creo que la mejor manera de ignorar el entorno a mi alrededor...Es volviéndose aventurero en el universo de las letras.
La última clase pasó bastante rápido, pese a que yo sólo deseaba marcharme a mi casa; faltaba muy poco para que mis padres me dejaran de interna, la principal razón era que gracias a unas becas me darían comida y alojo casi gratis...Eso se traducía en ahorro, el ahorro nos hacía felices.
De pronto me di cuenta que el mismo rubio que había enviado al Nilfheim en la mañana, ahora se despedía de mí. Le hice el mismo gesto de vuelta, esperando en secreto que lo viera, no quería quedar como una niña maleducada, se me sonrojaron levemente las mejillas y me marché a mi casa, tenía muchas cosas que empacar.

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