Bekymring er et norsk mellomnavn [Me & Sigbjörn Ingólfurson]

Significado del título:

Lo había pensado durante varios días, quizás habían sido años y él mismo no lo reconocía por completo. Solía ser esas personas que le dan varias veces vuelta a un tema en concreto, analizando sus virtudes, sus defectos, su utilidad y por último, aunque no fuese tan relevante, siempre analizaba si era un esfuerzo digno de realizar. Pocas cosas sobrevivían al ojo crítico del rubio, incluso algunas merecían una medalla por librarse de todas esas artimañas del mayor para realizar solamente lo estrictamente necesario; no era pereza, tampoco falta de tiempo...simplemente él era así. Quizás era algo más y debería analizarlo para entenderlo, pero su mente estaba centrada en otras cosas por el momento, de modo, que pasaba de ello con esa sutileza con la cual evitaba tantos temas. Lo había pensado lo suficiente para decidir que debía actuar, incluso si aquello producía la reacción de siempre en su hermano menor.

Islandia ya no era un niño pequeño como él creía y podía escuchar los consejos del mayor sin molestarse, al menos eso esperaba cuando decidió tomar el vuelo a la tierra de Hielo. No llevó equipaje, ni siquiera pensó en tomar algo fuera de sus documentos o algún presente para el menor, ya no era como cuando él buscaba en las tiendas con que complacer al niño que cuidaba. Ambos eran adultos que podían conversar sin artilugios como esos, aun que él insistiese en llamar hermanito al islandés o aunque hubiese comprado una bolsa de regaliz en el aeropuerto...Noruega debía recordar que a Islandia esas cosas le molestaban y debía tratar de suprimirlas si no deseaba que el ojivioleta terminara molestandose con una de las pocas personas que lo visitaban.

Envió el mensaje de texto avisando su visita e inmediatamente tocó la puerta dos veces, así no podía negarle el venir. Guardó la bolsita de regaliz en uno de los bolsillos de su abrigo; eran una mala costumbre.

Islandia se encontraba tranquilamente leyendo el periódico Morgunblaðið, si tenía que ser honesto era uno de sus preferidos por aún utilizar la letra Z que entre años y años, había desaparecido.
Todo marchaba mejor que hace tiempo, la crisis económica aún repercutía en algunos sueldos, pero cada día se iba mejorando y el resfriado que lo había mantenido en cama por meses...Ahora solo era un recuerdo molesto de vivir siendo cuidado por sus hermanos.
Sin embargo toda la tranquilidad se rompió con solo oír su teléfono tocar alegremente una melodía acompañada por violines y unos golpecitos en la puerta le gritaban su cruel destino a manos de la otra nación nórdica.
¿Porque el noruego siempre debía hacerle esas cosas? Como por ejemplo...Venir de visita sin previo aviso. Teóricamente aquello se veía mal en muchas culturas, pero según Noruega al ser "hermanos" esas leyes no debían aplicarse. Porque los "hermanos" siempre estaban el uno para el otro y los "hermanos" eran...
"Bien...Es Noruega, no hay duda de ello." Suspiró mientras miraba al señor Puffin recostado en la mesa, el frailecillo pareció cachetearse la cara y revoloteó sobre la cabeza del islandés como si con ello le contara de sus planes.
-Nada de armas o la mafia.-Le advirtió el albino al animalejo que decepcionado se retiró de la habitación. Rápidamente echó un vistazo a la cocina, no estaba tan mal como para no dejar entrar al noruego. Tiró debajo del sofá la ropa de esquí que no había alcanzado a guardar con el apuro y salió a abrir la puerta, mientras en su mente pensaba que palabras eran las más adecuadas.

-Velkominn, Nor.-Dijo al abrir la puerta e hizo pasar al noruego, el cuál estaba igual que siempre. Con la boina azul que había tomado desde la modernidad, a veces el albino extrañaba ese casco de cuero que recordaba habérselo probado cuando apenas tenía unos años de nación. -¿Que necesitas?-
Por un momento se mordió los labios, eso podía interpretarse casi como un "Lárgate, dime que quieres y déjame solo."
Quizás repeler al noruego era simplemente una mala costumbre.

No tuvo que esperar demasiado, ni siquiera tuvo tiempo de recapacitar lo de los dulces y pensar el darselos de todas formas. Era cosa de mirar el rostro del albino para saber que su visita no era grata, a veces el noruego se preguntaba, si Islandia tendría visitas gratas. Probablemente eso no era de su incumbencia y él lo sabía bien, aún era reciente en sus recuerdos que no pudo entrometerse en las amistades de Rusia y el menor, que había sido desplazado en su ayuda por no aportar lo suficiente. Si no fuese por aquel grande del noreste, su hermanito no estaría tan bien como ahora...aun que en secreto incluso de él mismo, seguía temiendo una recaída.

- Aún no aceptas.- Murmuró con la misma frialdad de siempre, con Islandia no eran de dar vueltas durante horas para llegar a una conversación en concreto. Se hablaban lo necesario, adornar el tiempo con palabras no le parecía adecuado. Realmente habían cambiado con los años, pensó sin querer.- La oferta sigue en pie.

Eso fue igual a que un escalofrío le recorriera la espalda, así que esa era la razón de la visita. El islandés, el presidente y la primera ministra habían discutido sobre aquél tema cuando Noruega les había propuesto de que si Islandia no podía sobrevivir por culpa de una eventual quiebra total, él estaría dispuesto a tener a su hermanito en la casa y podia cuidarlo como hace tantos siglos atrás.
-Ya te dije que no. Estoy bien.-Por un momento tuvo deseos de cerrarle la puerta, de acuerdo él se había comportado como un mocoso gastando dinero y le había costado una crisis económica.
Pero ya había aprendido la lección y el ruso le había dejado en claro que era una pésima idea creer fielmente en un sistema capitalista que ya había tenido problemas antes.-¿Cuanto más vas a seguir insistiendo?

Primero Islandia iba a dar un paso inconsciente hacia atrás sin si quiera darse cuenta, luego le miraría con cierto fastidio, le seguiría una negativa apelando a que estaba bien y finalmente le preguntaría por cuanto tiempo iba a continuar con eso. En silencio fue comprobando que solamente en lo primero se había equivocado, no sabía si le gustaba o no conocerlo tan bien. Supuso con un leve suspiro que eran así las cosas entre hermanos, aún así no creía que alguno de sus parientes lo conociese al menos un poco.

Si no hacía algo más, iba a ser corrido de la casa. No quería ser hostigoso mas no podía dejar de preocuparle el bienestar del menor, él lo trajo a este mundo de cierta forma...no como una padre, pero fue en parte culpable. Al menos agradecía que ya estaba dentro del hogar, sería un poco más difícil el marcharse. ¿Desde cuando se había vuelto tan molesto? Ni que fuese Dinamarca. Frunció el ceño frente a ese horripilante pensamiento, lo desechó tan pronto como pudo y volvió a su indiferencia...era malo pensar en esas cosas.

- No es insistir, simplemente es recordarte que puedes contar conmigo en el eventual caso que ambos esperamos que no ocurra.- Movió la mano jugando con la bolsita en el bolsillo y le dio la espalda al menor, adentrándose en la casa.

Creyó que aquello podía interpretarlo de una manera muy simple..."Cuando llores que no tienes dinero puedes venir a mi casa, te estaré esperando porque soy tu hermano mayor que siempre tiene la razón."

Descubrió que echar al noruego no era una opción, ya estaba adentrándose en la casa y de seguro cumpliría con la tradición nórdica de preparar hasta el almuerzo. Incluso ya eran tan recurrentes estas sorpresivas visitas que detrás de la puerta había un delantel de cocina con la bandera de Noruega.

-Gracias.-Dijo cerrando la puerta y poniendo mi mejor cara, él era un adulto y con esas demostraciones solo le daba razón al rubio con lo de que él aún no crecía lo suficiente.-¿Quieres un dulce de regaliz?-
Sacó de msubolsillo la bolsa con las golosinas y se las extendió, a veces se preguntaba como cambian las cosas. Cuando era pequeño él esperaba a Noruega en la bahía todos los días y le contaba hasta de los animales que veía pasar.

Volteó a ver al albino y se reprendió mentalmente por sorprenderse del ofrecimiento. Islandia no sabía que llevaba en sus bolsillos las mismas golosinas por un capricho de hermano mayor, Islandia no sabía que por mucho tiempo había comido las mismas en casa de Suecia por que le recordaban otros tiempos; No, Islandia no sabía nada de eso y tampoco tenía que saberlo nunca. El noruego se había jurado eso cuando retomó las visitas al ojivioleta, jamás iba a mezclar lo negro con el blanco.

- Está bien.- Retrocedió unos pasos y alcanzó una de las golosinas, la llevó a sus labios haciendo un pequeño gesto por lo dulce que estaba. Él prefería un café amargo si le daban a escoger. Continuó caminando, revisando el uso horario en el reloj de la sala y coordinando su visita a las tradiciones comunes de ambas tierras.- Aún no es tiempo de merendar, pero si tienes apetito te puedo preparar algo momentaneo.- Suavisó imperceptiblemente su mueca de frialdad, esa que pasaba más en su rostro que en el mísmisimo hielo y se apoyó en el respaldo del sofá; esperando.- ¿Qué me dices?

El albino miró con curiosidad como el noruego se llevaba el dulce a los labios, era gracioso pensar que siempre los modales iban primero en él. Rodó un poco los ojos y luego se volvió a guardar los dulces en el bolsillo, algún día alguien entendería que compartir sus preciadas golosinas era un pequeño gesto de que no le era tan desagrable aquella visita.
Aunque claro que el islandés no lo reconocía, mejor dicho...Él mismo lo renegaba tajantemente.
-No tengo hambre.-Dijo revisando el reloj y luego se dió media vuelta para llegar a la cocina, sacó un tarro de café escondido detrás de algunas latas de coca cola dispersas por allí y se dispuso a servirle una taza de ese brebaje café a la nación número uno en consumo.
Dejó servido en la mesa pequeña al lado del sofá y le indicó al noruego que era libre de servirse. Y no, por supuesto que ese tarro no estaba guardado para las visitas inesperadas y era la marca favorita del rubio.
Por supuesto que no. En la casa islandesa eso solo era una vil coincidencia.

Vio marcharse al menor y resopló un poco molesto, de esas pocas veces que aquello ocurría. Él era un país de costumbres y el albino al parecer, no lo dejaría cumplir con aquello...pero sabía perfectamente que en una casa ajena, uno debe mostrar los modales que el dueño del hogar requiera. Esperó en el mismo sitio hasta que le vio volver con una taza de café, olfateó con algo de agrado el buen aroma y reconoció la marca, si él fuese de sonrisas fáciles aquello le hubiese robado una. Tomó asiento y acercó la taza a su persona, con cuidado la levantó y comprobó que incluso Islandia recordó que le gustaba con una sola cucharada de azúcar; ni tan amargo, ni tan dulce. Era la dosis perfecta, bebió un poco y mantuvo el platillo con la taza entre sus manos.

- Ya hablado el tema principal de mi visita, puedo dejar un poco las formalidades. ¿No es así, Is?- Habló con tranquilidad, la verdad era que extrañaba hablar de algo que no fuesen negocios o trámites, o papeleos. O simplemente, quería hablar con el menor de sus hermanos.- Fuera del ámbito profesional, ¿Has estado bien?

-Bien, gracias.-Respondió a secas sentándose en el otro extremo del sofá, al menos tenía la seguridad de que Noruega no era tan molestoso como para abrazarlo; lo peor que podía suceder era que comenzara a aparecer el aura oscura y...la palabra onii-chan saliera de sus labios como una maldición.
Los escalofríos y temblores en el islandés no tardaron en aparecer y pese a que no estaba sucediendo nada, era notorio que los recuerdos le jugaban en contra. Pasó un silencio incómodo (uno de los tantos) y se dispuso a retomar cualquier tema de conversación.
-¿Y que tal tú?-Preguntó mirando hacia la pared, exactamente la foto donde estaban los cinco nórdicos en una conferencia, como de costumbre solo Dinamarca y Finlandia estaban sonrientes. Noruega estaba a su lado como en todas las fotografías y Suecia en uno de los extremos mirando hacia la cámara con su ceño fruncido.

Continuó tomando su taza de café con tranquilidad, aun que le era difícil ignorar que el contrario estaba temblando ligeramente y evitaba el mirarlo, era molesto aquello y simplemente no podía hacer nada por contrarrestarlo. ¿O si podía? ¿Cuan factible era aquello, valía la pena realmente? No, a él le gustaban los silencios entre ambos, era esa sensación de que no necesitaban palabras para entenderse. Terminó la taza de café y la dejó en la mesita, se recostó un poco en el sillón y se quedó mirando el techo hasta que la voz del albino le hizo girar su vista hacia él.

- No hay novedades, todo sigue igual.- Resopló como si aquella respuesta la hubiese dado tantas veces y siguió la mirada del menor, recordó que esa fotografía había sido tomada en una reunión del concejo nórdico y aún así, Groenlandia ni Svalbard había salido. Dinamarca jamás se los permitía, decía que sólo podían salir los 5 hermanos, los cinco nórdicos, no territorios anexos.- Deberíamos tomar una fotografía más reciente. Sólo hay de reuniones...-Comentó mirando los demás portaretratos.