{Barista&Businessman!Verse / Privado F'Hannibal }

Agenda de Ivan Mikhailovich Braginsky
Martes xx mes xx año xxxx

7:00 despertar
7:30 ducharse
8:00 Cambiarse -saco y corbata armani, por supuesto, y zapatos carísimos importados de Italia-
8:30 desayunar -lo de siempre, blinis con crema ácida y mermelada mas un té-
9:00 Arrancar el auto y cerrar la puerta, poner la alarma
9:15 salir de su casa para llegar al trabajo
10:00 entrar a la oficina de CEO de una compañía automotriz muy grande de Rusia con sede en USA
11:00 Recibir al primer inversor de Kamaz
12:00 segundo y terceros inversores de renault
13:00 Almuerzo rápido en la cafeteria de la empresa
14:00 firmar papeles / revisar papeles
15:00 firmar papeles / revisar papeles
16:00 firmar papeles / revisar papeles
17:00 firmar papeles / revisar papeles
18:00 firmar papeles / revisar papeles
19:00 firmar papeles / revisar papeles
20:00 firmar papeles / revisar papeles
21:00 Despedirse de su secretario y salir
21:30 aparcar en starbucks para pedir un caramel macchiato y un muffin de arándanos
22:00 salir, subirse al auto e ir a buscar la cena a casa de su hermana
22:30 llegar a su departamento
23:00 Cenar
23:30 Bañarse
24:00 Dormir

Obviamente, no cumplio su agenda al pie de la letra ese día. Primero, se levantó una hora tarde, habiendo estado cansado de una reunión el día anterior con los directivos de unas empresas petroleras dispuestas a invertir en su marca, por lo que salió sin desayunar esa mañana, llegando a tiempo justo a la reunion con el inversionista de Kamaz, ligeramente despeinado pero no desarreglado

Despues, las otras dos reuniones fueron pasadas para la otra semana, por lo que esas dos horas, se las tomo para desayunar aunque fuese un pan en la cafeteria y un café que Francis -el cocinero- había tenido compasión de darle. No era adicto a la cafeína, pero ese día no le venia mal.

Mas tarde se salteó el almuerzo, simplemente yendo a firmar papeles... todo el dia, hasta que su mano se acalambró y debió comenzar a sellar los documentos en vez de eso. Como adelantó trabajo, al menos, pudo salir un rato antes, despidiéndose de Toris con una sonrisa, a lo que el secretario le respondió con un ademán algo tímido, y salió hacia starbucks, donde entró, ya dispuesto a seguir su rutina.

Pero esa se vio interrumpida por una visión que le dejó desconcertado por un segundo. En vez de su clásico barista, había un joven nuevo.... que extr---
Oh bozhe. Tenía los ojos azules y el rostro mas hermoso que había visto.
Carraspeó avergonzado consigo mismo, y titubeó un segundo cuando fue su turno, ero puso su mejor máscara de confidencia

"Caramel macchiato with more caramel than cream, and a bluberry muffin please" cuando el joven le preguntó su nombre, sonrió ligeramente "Ivan"

¿Horario? ¿Fijo? ¿De trabajo? Aquellas eran palabras que no hicieron sentido en un principio para Alfred. El joven Alfred Jones, hijo de uno de los mayores empresarios del país con el que se había dado hasta el lujo de darle una casa propia a pesar de sus cortos dieciséis años de vida.

Una casa que, a los pocos meses en los que Alfred había vivido en completa armonía adolescente, llegó una tarde de su secundaria para darse cuenta que su casa había sido vendida con una particular rapidez. Todos sus muebles en la vereda ¿El resto? ¿Y su basura? ¿Su hermoso chiquero personal que había conformado parte de su rutina diaria? Camiones enormes se llevaron todo. TODO

... ¿Su padre contaría como basura? Porque estuvo parado al lado de los montículos de ella... Con esa sonrisa. Esa sonrisa que supo que algo malo iba a ocurrir. Algo muy malo.

Así que allí estaba. Primer día de trabajo en un Starbucks cualquiera ubicado en Nueva York, rodeado de enormes edificios y convenientemente cerca de dónde trabajaba su padre como si éste quisiera monitorearlo a pesar de estar en el último piso de un rascacielos enorme y apenas podía ver la bandera que colgaba diez pisos más abajo... Y bueno, el hombre tenía ese poder en él que a pesar de saber aquello, sentía los profundos ojos de su padre observando cada paso que daba, a qué hora se levantaba en su ahora casa familiar de siempre, qué ropa vestía... Y que había presenciado que en su primer día de trabajo, había llegado nada más ni nada menos que una hora y media tarde.

Si se salvó de permanecer en el empleo con aquella presentación, fue gracias a quién era. No se sentía mal al respecto, ni siquiera debía de estar allí para empezar ¿¡Para qué necesitaba él un trabajo si aún tenía que estudiar!? ¡No le faltaba el dinero! Pero su padre le daba esas charlas morales de anciano de cómo valorar el dinero y lo que tienes por el trabajo duro y blablabla. En resumen: Todo fue un vil engaño. Ahora resultaba que debía pasar aquella tortura sin rechistar si no quería que se le fueran canceladas las próximas salidas nocturnas con sus amigos. Y Alfred apreciaba su vida social, muchas gracias.

Una de las cosas que uno aprendía luego de ver tanta televisión era no pensar que su día podía empeorar. Era algo tan cliché como las vueltas de trama en las novelas mexicanas que veía por cable. Bien, entonces ¿¡Por qué demonios había pensando que no podía irle peor!? Resumiendo: Volcó el café encima de un cliente, además de que rompió una cafetera que logró que varios compañeros suyos resbalaran con el café derramado en el suelo al estar distraídos; Y que cuando él quiso limpiar el desastre, se resbaló también, manchándose su uniforme nuevo y teniendo que atender con un traje húmedo que provocaba miradas interrogantes... Y de, como no, burla. Fue motivo de la risa para un albino insoportable y un Francés que le guiñaba el ojo cada vez que volteaba a mirarle, haciéndole pensar que estaría mucho mejor si mantenía un rango bastante considerado de distancia.

Ugh, así que los clientes más le valían que no esperara mucho de su amable servicio, porque aquella palabra la había borrado de su diccionario por el día... Y mejor si ninguno cruzaba la puerta en las horas que le quedaban de servicio. Miró el reloj en la pared, su tic tic tic desesperante que taladraba su cabeza junto con la música jazz que resonaba suavemente en el ambiente -Música de viejos, en su opinión ¿No podían colocar rap?-. Sólo faltaba... Exactamente, una hora y media para arrojar su uniforme a la mierda y salir volando hacia un reencuentro emotivo con sus amadas consolas de videojuegos. Oh, su amada X-Box. Oh, su amante Playstation 3. Sus sensores de movimiento. Su computadora con más de varios teras de capacidad llenos y llenos videojuegos. Oh, dude. Se le hacía agua la boca con solo imaginarlo. Cómo se desvelaría hoy...

El leve tintineo de la campanita pegada a la entrada del local y que daba la entrada de un nuevo cliente le hizo arrugar el entrecejo por sacarle de su ensoñación. Fuck ¿acaso la gente no sabía qué era dormir? Sería mejor eso, más saludable, y no tendrían que pasar a tomar un café y así no le obligarían a trabajar como un muñeco sin sentimientos e hipócrita. Caminó cabizbajo hacia la caja registradora y a un paso perezoso. Se relamió sus labios, preparándose para ser una fucking maquina que tan sólo repetía una y otra vez "¿Qué desea tomar, señ-?"

Alzó su mirada para preciar mejor al hombre parado frente a él. Vaya, lucía... Adinerado. Con mucho más dinero que todo el resto de los clientes que en el día habían pasado frente a él. Ni siquiera sabía que gente así saliera a locales, creía que ya tenían su propia reserva de café en su casa donde sus sirvientes extraían los granos puros cada vez que su amo se le antojaba una taza. Tal vez estaba exagerando, pero damn que lucía bastante fino para un lugar así.

Y aquello hizo relación directa con algo que podría ser un poco de buena suerte para su día: Propinas. Nunca le habían dicho nada sobre no poder recibirlas, así que tal vez podía sacarle unos cuantos dolares. Varios, tal vez. Un fajo de billetes sonaba hasta tentador, pero mejor si no se ilusionaba.

Su expresión cambio totalmente a una sonrisa resplandeciente hacia el cliente, anotando mentalmente su orden y su nombre mientras memorizaba rápidamente su nombre. Tomó el vaso de plástico y el marcador, sacando la tapa con sus dientes mientras escribía rápidamente en él, dejándolo a un lado mientras preparaba el café con repentina lentitud. Su mente trazaba una pequeña estrategia. No era el plan más bien pensado de la historia, pero hey ¿Quién no disfrutaba un halago? Todos lo hacían, y no conocía nadie que pudiera resistirse a sus encantos naturales.

Sirvió el café, tomó el muffin y volvió a escribir en el envase un pequeño mensaje bajo el nombre del hombre. No era la gran cosa, pero éste lucía lo suficientemente simpático -juzgando completamente los pequeños segundos de interacción- como para creer que iba a servir para algo.

"There you have, sir! Hope you like it~" Le pasó su pedido. Misma sonrisa, y hasta se atrevió a giñarle rápidamente un ojo. Se quedó en la barra cuando éste se retiró a una mesa no tan apartada de la caja. Alfred, mientras tanto, limpiaba y ordenaba cosas al azar, sintiendo su corazón correr un tanto apurado por la expectación a la reacción que podría haber en el otro.

Mientras, en el vaso de plástico con aquel simpático logo, podían apreciarse las siguientes palabras escritas con una letra un tanto apurada, pero entendible.



(( Es tan largo y TAN FAIL OH MY GOD. -muere- ))

En un principio, se habia quedado algo atontado examinando el aspecto de aquel joven seguramente muchos años mas joven que el. Ojos azules como el cielo matutino mas limpio, cabello rubio que le recordaba tanto a los girasoles, sus flores favoritas -que también le hacían recordar a su hermana mayor-, piel tostada por los rayos del sol veraniegos que seguro había conservado a pesar que era invierno y una sonrisa que hubiera derretido a cualquiera, digna de un actor de Hollywood. Lo único... era el aspecto ligeramente desarreglado que llevaba, ropas manchadas y el cabello revuelto, pero extrañamente, uno se veía distraído de esas cosas por la apariencia general tan atractiva de...

Afilo el ojo y miró el tag en su pecho "Alfred..." murmuró para sí, inconscientemente, mientras tomaba la bolsita de madera con el muuffin adentro. Dejándola sobre el mostrador. Le dio un billete de cien dólares, y ante el intento del otro de darle el cambio, negó con la cabeza, una sonrisa ligera asomándose en su parco rostro, suavizándolo "Conserva el cambio, se nota que has trabajado duro..." ante la mirada de los otros baristas, añadió "... o intentado al menos" recibió su café, quedándose atontado un poco al ver aquel guiño, pero lo correspondió con una sonrisa de medio lado, antes de asentir con la cabeza y salir por la puerta. Tenia muchas cosas que hacer aún, y por mas que la presencia de aquel joven fuera reconfortante, debía de seguir

Se subió a su lada, poniendo el muffin en medio de los dos asientos donde había una especie de mesita, y justo antes de apoyar el café, notó que estaba escrito,y era algo mas largo que solamente su nombre "Pretty eyes, mister apparently-very-important-man--" se sonrojó furiosamente al notar eso. Otra cosa extraña en aquel dia tan dispar. Pero debía de admitir que había sido una sorpresa muy grata. Estaría feliz de volver al día siguiente a la misma hora, si podría ver a aquel joven otra vez

Al parecer, se le notaba en el rostro, por que su hermana le preguntó si estaba bien, el dijo que si, solo que había tenido varios imprevistos ese día, y que uno había resultado algo...extraño. Pero que de cierta forma le había levantado el ánimo. Esperaba que con lo torpe que se notaba que era, no lo despidieran antes que lograse pedirle el numero de teléfono. El no era la persona mas joven ni mas atractiva, pero esperaba que fuera lo suficiente para atraer la atención de aquel rubio

.... Okay, so. El asunto en realidad era que se había esperado sólo unos dolares de propina. Ya, saben, lo clásico. Unos diez dolares, cinco. Tal vez un par de monedas que le sobraran y daban vuelta por sus bolsillos. En lo profundo de su joven mente no se había esperado que le hubiera hecho que se quedara con todo el vuelto cuando había pagado con cien. Y más encima añadiendo que era porque había notado que había hecho un esfuerzo duro en todo el día ¡AL FIN ALGUIEN SE DABA CUENTA!

Genial, podía sentir la mirada envidiosa de muchos allí queriendo haber estado en su lugar, lo que le le hizo levantar los ánimos mientras les dirigía una mirada algunos y se abanicaba casualmente con el pequeño fajo de billetes. En su cara, bitches.

La hora terminó más rápido de lo previsto al encontrarse un poco -bastante- más animado por el evento anterior. Pudo realizar su hermosa rutina de realizar PK a cualquier bastardo que molestara a alguno de su clan en el WoW, le presumió a Matthew el dinero que tenía, diciéndole que la había encontrado en la calle -para darle más emoción al tema, y de paso le decía que su uniforme estaba manchado luego de un acto verdaderamente heroico de colocar su uniforme sobre un charco para dejar de cruzar a una dama- y nada más importante

¿Su padre? Trabajando en su cuarto. Lugar sagrado, no debía tocarse. No era nada anormal, estaba bastante acostumbrado a no verle más que algunos segundos al día. Su mano volvió a los billetes que había ganado, sonriendo ampliamente por su trabajo bien hecho. Era básicamente lo único bueno que le había pasado en todo el día y hasta que no encontrara otra cosa por la que alegrarse, seguiría con el tema.

... No había hecho falta escribirle nada, pensó en un momento, porque ni siquiera lo había leído cuando le devolvió el cambio. Dejó resbalar el pensamiento rápidamente de su cabeza, no le tomaba mucha importancia. De seguro que ni siquiera al otro le importaría mucho. Debería ser completamente metódico or something para un hombre de negocios de su edad... Que de seguro era un anciano. Ugh, halagando a un anciano ¿No era demasiado raro?

... ¿Acaso siquiera lo habría leído? No le prestó atención ya que lo habían hecho a buscar alunas cosas al depósito y para cuando había vuelto éste ya no estaba. De seguro que ni siquiera lo leyó y arrojó el envase apenas lo había terminado... Sacudió rápidamente su cabeza, oh bueno, no es como si fuera a verle de vuelta. Y de ser así, dudaba que dijera algo por un halago simple de un niño; Ni esperaba algo así. Sería simplemente creepy.

Se sentó en su escritorio, tipeando anormalmente lento en la computadora un informe de los balances que le habían entregado hacia un par de dias. Generalmente iba mucho mas rápido de lo que estaba yendo en esos momentos en cuanto a escritura, pero tenía su mente en otro lado. Paró un segundo, tamborileando los dedos en la mesa, pensando. Estiró la mano y tomó la bolsa con el muffin, cortando un pedazo y llevándoselo a la boca, su mente aun pegada a aquella simple escritura que había en el pote de café al lado de su laptop.

Hacia años se había mudado a estados unidos, pero no estaba del todo acostumbrado a la gente. Eran mucho mas ariscos, mas cuidadosos de su espacio personal que en Rusia, por lo que se sentía un poco mas 'frío' el ambiente que en su tierra natal. Por eso aquella muestra extraña de aprecio de parte del barista le había tomado por sorpresa, y le había hecho sonrojar, a el, el líder de una de las corporaciones automotrices que mas facturaban del país, un hombre de, lo que los estadounidenses dirían, 'Late thirties' . Se había sentido como un adolescente por unos segundos, y aquel cambio en su rutina le había sentado bien.

Le llegó en esos momentos un mail de thenorthernviking@ mailusa.com. Sonrió de lado, que extraño su tío mandándole correspondencia. Hizo click al icono de la carta y se encontró con una prolija y aparentemente redactada a mano hoja escaneada, reprochándole a el y 'al viejo gruñón' -que era como su tío llamaba a su padre- que desde que se habían mudado a norteamérica, no habían venido a visitarles, que aún debía de presentarles a sus hijos y que era una vergüenza que no los conocieran.
Suspiró y comenzó a redactar una respuesta, afirmándole que esas fiestas la pasarían con ellos. Aunque sería algo difícil convencer al -bien nombrado- gruñón de Mikhail de verse con su hermano mayor.

Era una familia un tanto extraña. Eran MUCHOS hermanos que se llevaban de los pelos los unos con los otros. El alemán Aldrik, el sueco nacionalizado estadounidense de Rørek y su padre, el ruso Mikhail. Su abuelo era un multimillonario historiador que viajaba de un lado al otro, por lo que sus hijos tenían diferentes nacionalidades. Iván sabía que su abuelo había tenido fama de tener un hijo en cada país al que iba.... Y de hecho Aldrik y Rørek compartían el título en su generación. Mikhail les tenía rencor por eso, él habiendo tenido una hija, Yekaterina, con su primera esposa, Mariya -de la cual se había divorciado- y dos hijos con su segunda esposa, Anastasia, que murió liego de dar a luz a Natasha, la hermana menor de Iván.

Rørek tenía... Muchos hijos. Søren, Berwald, Sigurd y Lukas que él conocía, y luego dos niños, uno que había oído nombrar, un tal Matthew y otro que no conocía. Los últimos dos los había tenido con una mujer Nativa Americana con la que se había casado y, extraño en él, se había quedado, asentándose en los estados contra todo pronóstico y augurio de la familia de la duración posible de aquella relación. Había visto a su tío con Anevay Jones un par de veces, y era divertida la diferencia de carácter y físico de los dos, pero el temperamento fuerte de la mujer era lo que le había mantenido a raya, y al parecer su tío estaba feliz con eso. Se le notaba en sus azules ojos lo enamorado que estaba.

Aldrik tenía muchos hijos tambien. Francis, Arthur, Gilbert, Ludwig, Vash, Lily, Roderich, Abigaël y Willhem. La gran mayoría eran hijos de su primera esposa, y un par, como Arthur, de la tan afamada hermana de su esposa, lo que le había valido un divorcio escandaloso y que el hombre se encerrase en su casa en Berlín por años y que aun viviera allí, negándose a salir, antes de eso, había sido ministro de relaciones exteriores en Alemania. Al menos esos últimos años había fundado una compañía cervecera que al parecer, iba viento en popa, y que pensaba dejar de herencia a su hijo Ludwig.

En su familia, la mayoría de los más jóvenes estaban en la política o el ejército. En cambio, en la rama de Mikhail, eran todos empresarios de algún sector. Nataliya era fabricante de armas personalizadas para Bielorrusia, donde se había mudado a estados unidos siguiendo a su familia con el único pretendiente que había tenido, un pobre lituano llamado Toris que al parecer era lo suficientemente masoquista para aguantar todos los desplantes de la esbelta mujer, y aún así haberse casado con ella y que la joven estuviera embarazada. Debía de quererla demasiado...

Yekaterina tenia acciones en la compañía de su padre y con el dinero que ganaba, tenia una pequeña cadena de comida rusa en diferentes barrios de New York y Washington DC. Aún estaba soltera particularmente por el hecho de que la mayoría tendían a fijarse en ella por sus grandes... atributos físicos mas que por aquella hermosa y maternal personalidad.

Él, por su parte, desde el día que su padre tuvo que someterse a diversos tratamientos psicológicos y por lo tanto, dejandole a cargo de la empresa, había cortado muchos contactos con muchas de las personas y cosas que le gustaban. Estaba en el equipo nacional de patinaje artístico sobre hielo, bailaba ballet profesionalmente en el Bolshói y había estado en listado en el ejército, y había tenido que dejar todo eso, aprender inglés aceleradamente y hacerse cargo de na compañía enorme como era aquella que su padre había construído. Hacía ya casi diez años de eso, y aún estaba algo resentido con el mayor, pero no podía hacer nada. La cordura de su padre colgada de un hilo casi todo el tiempo, y sabía todo el empeño que había puesto en Lada co., por eso aguantaba todo

Pero cuando veía a las parejas y a sus subordinados, con hijos, anillos de casamiento y felices con sus matrimonios, no estaba tan seguro de si su estilo de vida le gustaba del todo. Pero al mismo tiempo tenía miedo de encontrar a alguien y que se fijase solo en su billetera, como había pasado mucho en su familia. Él no quería eso, quería, por una vez en su vida, estabilidad, seguridad y alguien que le quisiera como era. Pero al parecer, el destino, había decidido que no. Pero al mismo tiempo, había puesto a aquel amable joven en su camino. Oh, ojalá tuviera una oportunidad....

((SI, ME FUI AL CARAJO DE LARGO, LEAVE M ALONE *sob* pero tenia que dar una explicacion del quilombo familiar(?))

Bip...

Bip...

"Everyday I'm shuffling~"

El celular que le servía de despertador logró que pegara un salto tal que tuvo el corazón en la garganta, desbocado, mientras miraba para todos lados completamente confundido. Visión borrosa que le recordaba que no tenía ni sus lentes de contacto ni sus anteojos puestos. Un revoltijo de sabanas alrededor de su cuerpo cual boa constrictora, y que además cumplía su objetivo de hacerle complicada la tarea de moverse.

"FUCKING SHIT." Intentó alcanzar la alarma para apagarla y cayó al suelo de cara arrastrando consigo todo lo que había en su cama. Unas risas llegaron desde su puerta, discretas dentro de todo si tenía en cuenta que el bastardo de su primo podía reírse más a sus anchas de él.

"¿¡Es tu culpa, verdad!? ¡TÚ COLOCASTE LA ALARMA!" Señaló acusadoramente desde su posición al inglés, el cual sólo respondió con una sonrisa arrogante y un encogimiento de hombros antes de simplemente desaparecer de su vista. De seguro a realizar su ceremonia del té, oh, tan sagrado que venía de los cielos y alimentaba su alma. Pft-. Ni sabía por qué su padre había creído que traerlo a los Estados Unidos había sido una buena idea.

Se incorporó y detuvo su reloj. Eran las nueve de la mañana y era bastante claro que de momento, por todo el tema de su traslado domiciliario sorpresa, debía cambiar a una que le quedara más cerca por cuestiones de comodidad. Papeleo innecesario, matriculas y blablabla, todo eso le garantizaba unos días de estupendo descanso alejado de los libros, de sus profesores y la tarea. Todo lo que un adolescente se preocupaba en éstos días. Sólo se encargaría de pasar su día jugando a sus videojuegos, jugando al baseball con su hermano... Sólo ese maldito trabajo se interponía en su camino, pero era de noche y no había nada más de qué preocuparse.

Wrong. Una llamada de su madre, tan repentina como siempre era ella, simplemente demandándole con aquel dulce tono que siempre tenía que necesitaba de su ayuda en la floristería familiar. No pudo negársele, no podía negarse a nada que le pidiera la mujer.

... Aunque encontraba bastante ridículo el hecho de que ella trabajara siendo que su padre traía el noventa por ciento de las ganancias -por no decir más-. Era un tema Tabú, eso sí. Recuerda claramente la vez en la que él siquiera le insinuó ello y estuvo condenado a varios días limpiando la casa de arriba a abajo por 'aparente machismo'.

Rutina ya planeada destrozada, primo burlándose de él, hermano invisible que no estaba en ningún lado para servirle de confidente, padre que no le dejaba dinero para viajar ni le prestaba el auto por lo que tuvo que ir hasta el negocio de su madre caminando. Man, ahora recordaba por qué había querido vivir solo.

Horas más tarde y luego de descubrir de una manera no tan agradable que era alérgico al polem de algunas plantas con nombre demasiado largo como para siquiera acordarse cuáles eran, dio por terminada su ronda cuando pudo notar que ya era casi la hora para ir a su otro maldito trabajo por el cual por lo menos le daban dinero por él y no era una obra de caridad. Dejó su delantal a las apuradas sobre el mostrador, arrojó unas pocas flores encima del mismo junto con un arreglo floral que le estuvo haciendo a un turista que había pasado por allí –y apenas podía entenderle tres palabras. Chino tenía que ser.- y despidiéndose brevemente de su madre, fue corriendo al local.

Llegó tarde, otra vez. Pero la intención había estado ¡Y tampoco era un negro que había nacido en Kenya para correr tan rápido y llegar en menos de cinco minutos cuando estaba a media hora de distancia! Por lo menos fue en un tiempo menor que el anterior. Se cambió de ropa rápidamente y se preparó mentalmente para lo que sería, seguramente, otro día aburrido en el local. Man, por lo menos que le permitieran beber algo del café que preparaba pero NOOOO ¡ÉL HACÍA EL CAFÉ Y DEBÍA PAGARLO! ¿¡Dónde estaba la lógica en eso!?

Bufó y se recostó sobre el mostrador, mirando aburrido cómo los clientes entraban y salían, entraban y salían… Debería encontrar algo para entretenerse. No sabía, tal vez colocar alguna broma en uno de los cafés. Un bicho de plástico. Arrojarles una araña a la distancia ¡Lo que fuera!

Y en ese momento fue cuando luego de una fila interminable de clientes pidiendo sus frappes, notó que el que seguía tenía una… Cara un tanto familiar. Familiar de ayer. No creía que nadie más llevara esos ojos y el mismo traje que lucía espantosamente caro.

Ladeó una ligera sonrisa de bienvenida, mientras jugaba con el shaprie entre sus dedos. No estaba seguro si había leído la nota ayer… Pero de todas maneras, se aseguraría de volver a divertirse por lo menos unos segundos así. Y con suerte, tal vez podría ver la expresión del mayor y reírse por varias horas con ella.

(( ... Y vos decías que el tuyo era fail. -hides- ))

Se quedó un rato mas, sentado, pensando en su madre. No había tenido mucho tiempo para disfrutar su presencia, ya que ella habia muerto cuando era un niño pequeño, unos seis o siete años. Recordaba que había enfermado de golpe, y en cuestión de semanas había muerto. Su padre siempre había sido fuerte, nunca le había visto siquiera lamentarse por nada, pensando que la vida debia de continuar. Pero cuando anastasia murio....

Aun recordaba como ante todos, le habia puesto una mano al hombro a un angustiado iván y le había calmado con esa voz tranquila y profunda que tenía, y leugo le habia tenido en brazos hasta que se durmió. En medio de la noche, iván se despertó, y sintió ruidos en el estudio y se asomó, viendo a su padre sentado en una silla en medio del cuarto con un portaretrato que el niño sabia que el hombre tenía, de su difunta esposa, en mano. Estaba por retirarse cuando oyó un ruido que le pareció extraño, pero luego entendió al ver pequeñas lágrimas caer y mojar la alfombra del puso. Esa fue la única vez que vio a su padre llorar. Nunca en su vida había amado a nadie tanto como a aquella mujer, y eso se notó en los años subsiguientes en el deterioro de su salud mental

Con ellos siempre habia estado bien, siendo el mismo hombre amoroso que nunca les levantaba la voz ni trataba mal, que los consentía.... pero al pasar los años Iván noto lo frío que era con la gente, como no sonreía casi nunca salvo cuando estaban ellos y que parecía no disfrutar de nada d lo que hacia. Hasta que simplemente se dejó estar y casi muere, por lo que le internaron en una clínica, e Ivan se sintió pésimo por haberle dejado solo tanto tiempo y no haber hecho nada por él.

Ya que estaba... mejor mañana cancelaba sus citas e iba a ver al viejo Mikhail. Estaba pensando en llevar a Natasha y Katya. El verles le hacía muy bien y realmente tenia la esperanza que se recuperase. Quizás hasta viera de pedirle a su tío que le acompañara. Terminó su café y cerró la laptop, desnudándose lentamente, dejando la ropa que llevaba puesta colgada en una silla y se recostó en la cama, poniéndose una alarma para las 7 de la mañana. Estaba bastante cansado de todo lo que tendría que firmar aquel día y toda la gente a la que debería engatusar con mentiras y frases vagas

Se durmió rápidamente, y se despertó sobresaltado y agotado, como si no hubiera dormido nada en toda la noche. Bufó, vistiéndose, sin ganas de bañarse aquel día y esperando que le fuera leve todo lo que en la oficina le esperaba

Cosa que no fue asi en lo absoluto.

Habia tenido un día pésimo, compañías que se quejaban por a o por b, los accionistas que estaban como locos queriendo comprar acciones de renault y su hermana menor llamándole cada cinco minutos cuando él estaba horriblemente ocupado, para decirle cuanto le amaba, haciendo que le dieran escalofríos. Dios, solo quería enterrar la cabeza en la tierra y no salir jamás... Al menos el día pasó, y pudo verse en su auto, estacionando frente al local de café, u bufando depresivamente al ver la cantidad de cola que había. Si no había dado la vuelta era por que había visto aquella mata de cabellos rubios esperándole en el mostrador, y que no habia nadie detras de si

Esperó, espero y esperó hasta que fue su turno y bostezó, entremedio pidiendo un café de lo más fuerte que tuviera, preferentemente un espresso y un sandwich de pollo con ensalada césar tostado. Mejor comía allí y se iba derecho a la cama, estaba terriblemente cansado "Disculpame" dijo luego de haber pedido todo, tallándose los ojos, agotado "No tuve un buen día. y..." sonrió lo mas condescendiente que pudo mientras el joven se dedicaba a prepararle su orden "Gracias por lo de ayer... y mi nombre es Iván. Creo que nos veremos seguido, da?" despues de todo, venía todos los días a esa hora "Alfred..." susurró para si, su acento marcado, observando al joven de arriba abajo

Su sonrisa de vendedor aparentemente estrella no flaqueó a pesar de notar el aspecto un poco más cansado del mayor, nada parecido a comparación de ayer que por lo menos le había inspirado a hacer aquello para conseguir un par de monedas. En el colegio siempre decían que él no sabía leer el ambiente... Pero en realidad sí sabía. La diferencia enorme era que simplemente prefería ignorarlo antes de verse obligado a prestarle total atención a su instinto heroico sobre meterse en los asuntos de alguien más.

Un breve saludo, otra sonrisa más y anotó mentalmente, otra vez, el pedido del otro hombre. Por fortuna no era nada complicado. El sandwich junto con la ensalada rápidamente entraron a la bolsa de madera y el café expreso invadió con su agradable aroma el ambiente que ya rebalsaba del olor a café. Se aseguró de colocar los granos que, a su visión, parecían ser los más 'puros' -lucían todos iguales, pero hizo el esfuerzo- A juzgar por la manera en la que bostezaba a cada momento, temía tener a un cliente desmayado frente la caja.

Ya estaba preparado para tomar el sharpie y escribir la frase que tenía en mente cuando de repente su atención se vio interrumpida por el súbito llamado. Sus ojos azules e alzaron, su mirada interrogante que hasta parecía rejuvenecer aun más su rostro se mostró, dando a conocer por unos segundos lo joven que en verdad era.

"¿Lo de ayer?" Le costó unos momentos, pero rápidamente recordó. Oh ¿acaso significaba que había leído su pequeña nota? ¡Claro que sí! ¿Por qué otra cosa le agradecería? Una risa nerviosa surgió al igual que un ligerísimo sonrojo por el bochorno. No se esperaba que fuera a sacar el tema, por más sutil que fuera. "No problem, dude! Y'know, me enseñaron que debía decir la verdad and stuff..." Balbuceó un tanto, pero intentó mantener un tono firme. Se rascaba la mejilla mientras, mirándole de reojo.

Se volteó para tomar el café ya listo -y casi lo arroja al suelo porque se quemó con lo caliente que estaba el vaso-. Sharpie en mano, anotó de vuelta el nombre del... ruso, en él. Se removió ligeramente mientras escribía otra pequeña nota, un tanto diferente a lo que había pensado. Dejó todo listo y volvió a él, sonrisa de siempre que ya había regresado luego de aquellos momentos de incomodidad.

"There you have, big guy! Hope you like it~" Un guiño más cuando le entregó en mano su pedido. ¿Por qué lo había hecho? No tenía idea, fue algo que le salió al instante. Se volvió rápidamente a la caja donde tenía esperando a otro cliente más mientras éste se retiraba al mismo lugar de ayer. Pft- Bastante rutinario, el hombre.

La nota, ésta vez, estaba escrita de manera un poco más cuidadosa que la vez anterior, como si hubiera cuidado y pensado cada letra mientras las escribía.

"Ivan.-
Cheer up, tomorrow will be a better day :D"