Y la fortuna dijo... ¿quien? [Matthew Arce Williams - Mei Mei Xiao]

¿Por qué había aceptado volver a ir a Canadá? Porque se sentía miserable tras los dos desplantes que le había hecho. Por eso había ido a que le leyeran la fortuna y la señora le había dicho que lo hiciera, esa era la razón.

Mei miró alrededor de la mesa de negocios disimuladamente, sus empresarios estaban de un estupendo ánimo, como siempre que ella se presentaba para apoyarlos, era comprensible debido a su delicada situación internacional. Pero ellos no eran el foco de su atención ese día; la bonita carpeta roja tamaño oficio y llena de brillantes folios transparentes, con graficas y comunicados que tenía frente a ella sí lo era. Porque si no mantenía los ojos concentrada en ella, su mirada iría directamente al anfitrión y quería evitar estar del color de un tomate durante esa reunión particularmente.

Cada vez que hablaba, recordaba cómo le había susurrado en el oído aquella vez, y todo su cuerpo temblaba nerviosamente, con la sensación de sus brazos volviendo una vez más. Debía relajarse. Cerró sus ojos inhaló y luego suspiró. Estaba muy tensa, con las manos apoyadas en las rodillas y la cabeza a gachas, como una niña a la que acababan de retar. Había escuchado a alguien de la comisión canadiense preguntar si era que estaba “indispuesta” de alguna forma, lo cual había solo empeorado las cosas. Solo esperaba que el jefe de la comisión de negocios taiwanés recordara hacer la solicitud para hablar con William-xian sheng una vez que la reunión terminara. No se había animado a preguntárselo directamente, menos aun hacerlo de forma extraoficial.

A Matthew ya se le había pasado la etapa pseudo depresiva y ahora se encontraba bastante resignado. Todavía le daba vergüenza la idea de ver a Taiwán, pero pensaba que sería capaz de soportarlo. Trató de mantenerse enfocado en el trabajo, pero le preocupaba Mei, por que parecía sentirse mal, sin mencionar que se quedaba mirandola como un imbécil de vez en cuando.

En un momento, cuando hicieron un descanso, salió del edificio y compró un paquete de tabaco, cosa que no hacía casi nunca, sólo cuando estaba extremadamente nervioso. Recordaba que Francis hacía lo mismo, y al crecer le había imitado. En todo caso, el cigarrillo le ayudó a bajar un poco sus nervios, y al volver a la reunión pudo enfocarse en ella mucho mejor.

Toda la negociación terminó sin que Mei y Matthew se dirigieran la palabra o se encontraran sus miradas, y el joven empezaba a pensar que se escaparía (?), pero cuando todos estaban dejando sus puestos y salieron al hall, uno de los orientales, el dirigente si no recordaba mal, le habló aparte y le pidió que le acompañara.

Volvieron a la oficina, donde estaba Mei, y el hombre dio media vuelta y los dejó solos.

-M-Miss Mei...- Murmuró bajando la vista y enrojeciendo. -Ha sido un gusto volver a trabajar con usted.-

No debería haber dicho nada. Eso fue lo primero y lo único que vino a su cabeza cuando la puerta de la sala de juntas se cerró dejándolos solos. Pero ya estaba decidida y no iba a dar marcha atrás, por más que aun estuviera avergonzada de su comportamiento la otra vez. Ahora si solo pudiera demostrar ese coraje...

Tenía la mirada pegada a los -lindos- zapatos del canadiense, con sus dedos tironeando del frente del saco azul oscuro que llevaba. sus mejillas estaban coloradas, lo sabía por la forma en la que estaban ardiendo.

"Pa-Para mi también lo ha sido Ma-William xian sheng" respondió quizás más alto de lo que ella pretendía decirlo y apresurada. Incluso casi le llama por el primer nombre por error. Respiró profundo y volvió a intentar hablar en un tono normal, quizás si no le decía directamente podría hacerlo. Abrió la boca con la intención de comentar sobre algo, lo que sea, pero nada de lo que vino a su cabeza pareció se apropiado, la volvió a cerrar, mordiéndose el labio con nerviosismo.

Como no decía nada, levantó un poco la vista y la miró, notando que parecía dudar. Estaba nerviosa, extremadamente nerviosa, y le contagiaba, para colmo que él también se sentía a punto de romper en la histeria estando a solas con ella.

Notó el pequeño desliz, y tomó aire profundamente. "¡Esto es estúpido!" se dijo a sí mismo, pensando que si Francia se enterara de que estaba en esa situación, querría zarandearlo por no aprovecharla.

Sin embargo, él no quería aprovecharse de la chica. Tragandose sus ganas de huir de allí, y con las mejillas ardiendo, puso una mano en el hombro de la chica. No podía evitar olvidar lo estrictos que eran los asiáticos con el contacto físico, por que él era bastante más cálido en ese sentido.

-¿H-hay algo que quieras comentarme?... ¿Me permites invitarte a un café? podremos hablar con más tranquilidad.-

Se estremeció al sentir sus manos sobre sus hombros. Los cabellos de la nuca se le erizaron y si antes no estaba suficientemente colorada para pasar por un tomate, ahora seguro lo había logrado. Sin embargo, levantó su cabeza de golpe al escuchar sus palabras. Parte de lo afectada que estaba calmándose momentáneamente mientras su cabeza se distraía ante la maravillosa y aterradora idea que el canadiense pudiera leer su mente. El Maestro había dicho algo de Inglaterra pudiéndolo hacer... Pe-pero entonces...

Sus mejillas volvieron a teñirse de un profundo color rojizo al recordar que gran parte de la junta se la había pasado pensando en cuando la había abrazado y que aunque no quería admitirlo al principio le había gustado. Volvió a estremecerse, esta vez mirando lo intentando disculparse con la mirada por ..eh...todo.

"Si... Por favor, Williams-xian sheng" Asintió vigorosamente, por una parte aliviada por haber sido él el que hablara y por otra parte molesta por no habérselo podido decir. "Xie-xie..."

Esbozó una sonrisa trémula, mientras su mente empezaba a machacar: ¿Qué querría decirle la mujer?. En todo caso, trató de reprimirlo por el momento, y caminó junto a la Taiwanesa sin tocarla.

Salieron del edificio y recorrieron una serie de tiendas. Había un Starbucks en la esquina, pero Canadá lo pasó de largo decididamente y siguió media cuadra más hasta una confitería tradicional. Abrió la puerta, esperando a que ella entrara para luego seguirla.

Sus nervios seguían a flor de piel cuando ella se sentó, y se ubicó en frente. La miró directo a los ojos por un momento y luego bajó la vista. Aun le daba vergüenza mirarla.

"¡Por favor discúlpeme por haberlo maltratado de esa forma Williams-xian sheng!" casi gritó una vez que estuvieron sentados frente a frente, cerrando los ojos con fuerza y bajando la vista a la mesa, tensando su cuerpo inconscientemente. Había dicho quizás las palabras mur rápido y muy fuertes, pero al menos lo había logrado.

Todo el camino desde la sala de juntas hasta ahí había sido lo único en lo que había pensado. Sentía que se había quitado un terrible peso de la espalda. Había logrado disculparse con él. Jadeo levemente mientras una pequeña sonrisa aparecía en sus labios. Abrió cuidadosamente primero un ojo y luego el otro, el color de sus mejillas aun estaba, pero ahora creía ser capaz de terminar de decir lo que quería.

"Te-Tengo una reunión con America- xian sheng el lunes... " Pero a medida que iba diciendo las palabras menos confianza se tenía, especialmente porque estaba intentando mirarle al rostro y se había quedado a la mitad del pecho. Se forzó a seguir levantando la mirada a pesar que su voz fuera fallándole "...y...y quería saber si po-podía pasar... el fin de... el fin de semana... con usted... ¿Por favor?"

Estaba segura que la ultima parte había sido poco más que un murmullo, pero había logrado al menos mirarle a la cara para decírselo.

-¿Huh?- Parpadeó, sorprendido. No sabía que esperar, pero ciertamente, no eso. Levantó las manos, restandole importancia, bastante nervioso por que el tono de la chica había atraido unas cuantas miradas. -N-No te preocupes por ello, eh... Creo que te puse en una situación no muy agradable en verdad.-

Aunque estaba incómodo y avergonzado, no pudo evitar sonreir al verla. Era tan encantadoramente tímida y adorable... se hubiera quedado en babia si no fuera por que la mención de su hermano le pinchó el globo. No es que odiara a Alfred, era sólo que siempre era el que le opacaba. Por eso mismo se atragantó cuando la chica dijo algo completamente ineseperado. Se puso color tomate, tan colorado como la corbata que llevaba.

-¿E-en serio?- Una sonrisa indecentemente sincera apareció en su rostro, y apenas pudo refrenarse de gritar la respuesta, tuvo que tomar aire antes de hacerlo. -Claro que sería un placer y un honor que se alojara en mi casa.-

Estaba segura que había hecho algo mal, porque vio como las mejillas del canadiense se tornaban de un brillante tono rojizo. Estaba en el proceso de repetirse mentalmente lo dicho cuando escuchó la pregunta del canadiense y algo confundida asintió como respuesta. Canadá tenía una hermosa sonrisa, se sentía tan bien de saber que era porque se había disculpado con él. Solo unos momentos después, sus mejillas competirían con las del canadiense.

No había terminado de alegrarse completamente, cuando lo que dijo a continuación el anfitrión le cayó como un balde de agua fría. Escuchaba su corazón latiendole fuertemente en los oídos mucho más rápido de lo normal. ¿En su casa? ¿Se refería a su casa como país o a su casa casa? Las mejillas de Mei volvieron a colorearse ante la duda, pero las palabras quedaron trabadas nerviosamente en su garganta, especialmente porque aun estaba observando la sonrisa del otro país. Pero, pero... debía decirle algo, debía aclarar eso...

"¿Ya saben que pedir o les traigo la carta?" Interrumpió un mesero del lugar llevando bajo el brazo las cartas y la taiwanesa no pudo evitar desviar sus ojos hacía la foto de portada. Antes que pudiera hacer otra cosa, su estomago se quejó horriblemente fuerte. Avergonzada se llevó las manos al estomago sin saber como disculparse y aun más colorada, si era posible.

"Ahh..."