"Desdoblamiento" [Sakura Shinto;Chun-Yan 'Red Peony']

El paisaje era lindo. Aunque siempre era el mismo, seguía siendo precioso, y no lo cambiaría por nada.

La casa era pequeña, normal, pero resaltaba el jardín y la cantidad de mascotas que dormían, aves, por sobre todo. Afuera en sus jaulas los pájaros descansaban, los peces en la enorme pileta, y un gato sin permiso sobre la banca que se columpiaba, quieta ahora con el animal acurrucado encima. Adentro, Chun-Yan observaba por la ventana, la escena. Era algo triste, la noche, le gustaban las luces, y la vida. Pero su casita era tranquila, apagada, y la prefería al menos en esos días a estar en un apartamento claustrofóbico en la mitad del bullicio, del movimiento y de la ciudad que nunca dormía.

Se resignaba a dormirse temprano, la mayoría del tiempo, por eso. Tampoco solía tener visitas, tanto que le gustaban, así que ese día con suerte cenó algo poco producido. Se sentó en la cama con un puchero, pensando en eso mismo: en cómo los únicos que le visitaban eran gatos que venían a rogarle por comida y solían quedarse. Era triste, aunque según le respondía su hermano, era mejor la soledad a estar mal acompañado. Ella le discutía, en su mente, que prefería cualquier cosa a estar sola.

Se soltó el cabello y sacudió la cabeza para acomodarlo, y para espantar esos pensamientos. No le traería un dormir tranquilo pensar en ello. Tomó aire, y se acostó, cayendo dormida a los minutos que se mentalizó en acercar su mente lo más posible a una hoja en blanco.

Aquella era una noche tranquila. No se divisaban nubes en el cielo, y apenas corría viento. Estaba sentada en la terraza, con una taza de té entre sus manos, apoyadas en su regazo mientras miraba la luna, que en su fase actual asemejaba a una sonrisa. Le gustaba seguir esa rutina los días que no tenía mucho que hacer, así podía descansar mejor luego, con la mente liviana. Dio el último sorbo al té, mientras comprobaba que ya era tarde, y que no podía darse el lujo de quedarse en vela. Siempre había algo que hacer, así que se levantaría temprano, como todos los días.

Dejó la taza en la cocina, y cambió su kimono por la túnica blanca que solía usar para dormir. Luego preparó el futón, y se deslizó dentro, sin más. Se acostó boca arriba, viendo el techo, y siguió el ritmo de su respiración, haciéndola más lenta y profunda. Aquello siempre le ayudaba a dormir. Sin darse cuenta, ya tenía los ojos cerrados, y dormía plácidamente.

Sin embargo, al poco rato de dormirse, abrió los ojos, y vio el techo encima de ella, de pronto. Se asustó, y pegó un grito ahogado, recién percatándose de que ya no estaba sobre el futón, solo flotaba como en las películas de ciencia ficción. Se volteó rápidamente, comprobando lo que no quería. Ahí estaba, durmiendo. Ella creía en lo paranormal, pero lo cierto es que nunca había vivido una experiencia de ese índole, y no quería empezar. Había leído de sobra los relatos populares que contaban sobre las consecuencias del desdoblamiento, y no quería acabar flotando por ahí, y que su cuerpo quedara indiferente de ella.

Suspiró, por el momento, no podría volver, y ya que estaba en eso, ¿por qué no dar un paseo? después de todo, flotaba, y no le cansaba hacerlo. Solo voló sin rumbo, asombrándose de lo veloz que podía ser. Las ciudades se veían pequeñas desde la altura en la que estaba, y comenzó a darle vértigo. Bajó sin más hasta una casa, una casa que le parecía familiar.

Cuando bajó, atravesó el techo sin querer, y acabó en la habitación donde descansaba una chica. Con rasgos asiáticos, así que se alivió por no haber ido tan lejos. Se acercó un poco, quedando frente a su rostro, y comprobó que efectivamente la conocía. Era Chun-Yan, por la oscuridad no pudo reconocerla al instante. Entornó los ojos, era tentador hacer algo, pero no sabía si la otra podría verla. Según había leído, sí, podría verla, pero...¿debería?. Se mordió el labio inferior mientras pensaba, y sin darse cuenta chocó su frente contra la de la otra, por estar tan encima.

Era un dormir libre de sueños. Ligero aún, aunque deseaba que fuera distinto, tenía el sueño ligero por malas costumbres. La presencia ajena en el cuarto le hizo tensarse, pero en su mente, seguía concentrada en dormir. En las imágenes blancas que luchaba por mantener, aunque estaba segura de que veía en ellas, las bloqueaba de sus sentidos a la fuerza para evitarse las pesadillas.

Se tensó peor, y se removió un poco bajo las sábanas. Algo andaba mal.

Al abrir los ojos, con el ceño fruncido y un leve puchero por cuánto se esforzó de mantener el sueño, pensó que de golpe los sueños se habían filtrado y entrado permanentemente a su campo de visión. Pero no, reconocía el cuarto, al dar una rápida mirada a un lado, y luego de vuelta a los ojos, y el rostro, algo pálido, encima de ella. Le vino una sensación temible de vacío interior, como que su corazón gritaba en advertencia.

Le hizo caso, y en segundos estaba fuera de las sábanas, alejándose y apretándose contra la pared y la cabecera, empujándose con los pies hacia atrás y lejos del rostro cercano, demasiado para su gusto. Tardó unos buenos minutos en coordinarse y reconocer que, aunque faltaban las mejillas rosadas que tanto decía que quería apretar, era Sakura. Flotando sobre su cama. Estaba segura que, al notar esto, no podría en horas volver a regular la respiración y calmar el corazón que golpeaba histérico contra su pecho.

La reacción violenta de la otra la asustó, y también se echó para atrás, quedando en la orilla de la cama. Simuló sentarse, con ambas piernas juntas, pero de todas maneras acabó sentada en el aire. Le costaba dominar sus movimientos, así que le resultaba difícil mantenerse equilibrada sin comenzar a flotar nuevamente. Ladeó la cabeza, y entendió el miedo que debía sentir la otra. Pensaría que era un fantasma, ¿y quién no?.

"Chun-Yan...no temas...no te haré daño..." Susurró. En su nuevo aspecto astral, tenía que forzar mucho más el volumen de su voz, siendo que ya de por sí acostumbraba a hablar en tono bajo. Apretó la túnica a la altura de sus rodillas, aquello sería difícil de explicar, si ni ella lo entendía bien.

Mantuvo la distancia. No acostumbraba estar muy cerca de las personas. y además, no quería seguir asustando a la china, aunque probablemente ya estaba lo suficientemente asustada como para, al día siguiente, venir con alguien que bendijera su casa.

Escuchó apenas las palabras de la otra, pero lo entendió bien claro, solo que no lo creyó, precisamente. Era una situación demasiado rara. Tuvo que golpear la pared, suavemente, y sí, sentía sus nudillos, sentía todo, el peso del cuerpo, el aire, los aromas del cuarto. No podía ser un sueño si todos sus sentidos estaban tan alerta. Pero por otra parte... ¿Era bueno que no fuera un sueño? Realmente, prefería estar delirando en su mente que enfrentada a una realidad tan extraña.

"¿Qué te pasó?" Más que pregunta, casi fue demanda, aunque se escuchaba claro el temor en su voz. Estaba exhaltada, y solo después de los minutos que tardó en hablar, lentamente fue relajando el cuerpo. "No puedes ser... tú."

En su vida, demasiadas creencias habían formado parte de su criterio. Demonios, espíritus, entes y monstruos. Estuvo forzada a cambiarlos radicalmente para mantener paz en su interior, en su gente, y en ese instante, le costaba recordar alguno que pudiese explicar por qué la japonesa se aparecería de golpe, en su cama, flotando y etérea como un... fantasma, realmente. Como un espíritu.

Se cacheteó la mejilla, dos veces, a ver si despertaba. Pero sentía el dolor, el ardor, todo. Le tembló el labio inferior al notar por segunda vez que lo que pasaba era de verdad, y no tenía idea como reaccionar más que defensivamente.

Siguió los movimientos de la otra en silencio, y con suma atención. El efecto de la noche, y del propio sueño, seguramente harían más difícil el que le creyera, ya que al parecer, seguía tratando de convencerse de que aquello era un sueño, una pesadilla pasajera. "La verdad, no estoy segura..." Bajó la mirada, recordando todo lo que había hecho, cuando su cuerpo y su alma aún estaba juntos. Pero no podía encontrar nada que estuviera fuera de su rutina habitual.

"Verás...si fueras a mi casa, verías mi cuerpo sobre mi cama, aún, ahí..." Aquello se prestaba para muchas interpretaciones, así que prefirió dar más detalles. "...Estaba viendo la luna antes de dormir...luego, me recosté, cerré los ojos...respiré profundo. Al parecer, luego me dormí...y cuando desperté, me volteé...y vi mi cuerpo detrás de mi. Respiraba, así que nadie me mató durante el sueño. Solo que...mi conciencia, y mi cuerpo, ya no están...conectados. "

Finalmente, levantó la mirada, y posó aquellos ojos somnolientos sobre el rostro de la otra, aún alarmado, y le vinieron ganas de llorar. No lo materializó, pero sintió el nudo en la garganta. No quería quedarse así, y el que nadie entendiera su posición no lo hacía más fácil, quizá, nunca más podría volver a su cuerpo, y solo le diagnosticarían un coma a su cuerpo tangible.

La escuchó, y reconoció al menos, una voz asustada en su tono. Veía a Sakura tan confundida como ella, y realmente, ¿para qué le mentiría? No le gustaba desconfiar, y sí, muchas veces había salido perdiendo por siempre apelar a las buenas intenciones de las personas, pero creía que valía la pena. Serelajó, entonces, y tras el silencio luego de las palabras de la japonesa, gateó hacia ella en la cama, aunque cautelosa, apenas para sentarse un poco más cerca.

"¿Y qué crees que pudo pasar...? Si viste tu cuerpo..." Libros había leído de sobra, y sí, pensaba que podía suceder. Pero antiguamente se relacionaba a entes malignos, las desgracias como ésta sucedían a quienes merecían el castigo. ¿Y por qué Sakura, entonces, que no merecía real castigo? Diferenciaba especialmente a la chica de su hermano, Kiku, ya que con él entraban otros temas que ni se atrevía a pensar.

Por curiosidad, e impulso, levantó una mano, hacia la otra. Le costó acercarla, pero buscó mirarla a los ojos, mientras, con miedo acercándose. "Dame tu mano, aru." Murmuró, sin dejar de mirarla, porque un espíritu con malas intenciones no podría mentirle, no podría desearle mal cuando le miraba, porque se daría cuenta de la mentira. Los ojos eran la ventana del alma, y por algo.

Se asustó un poco por el repentino acercamiento de la otra, e incluso tuvo el impulso de echarse para atrás. Asintió con la cabeza, y devolvió aquella mirada que le daba la otra, aunque aún demostraba algo de miedo en sus ojos. Acercó su mano derecha a la de la otra, alzándola, y la tomó con cuidado, comprobando con alegría que efectivamente podía tomarla, y no la atravesó.

La mano de la china era cálida, en contraste a la suya, que no emanaba ningún tipo de temperatura. Y es que no podías tener temperatura, si no tenías un cuerpo físico que atrajera las partículas de calor. "...Pienso, que pude haberme desdoblado, sin darme cuenta...probablemente, si es que logro volver...no recordaré nada de lo que pasó. Pero tu si lo harás, ¿no?."

Era casi obvio que lo recordaría, después de todo, esos encuentros no ocurrían todos los días. Aunque no sabía si había hecho bien en decirlo, aunque de todas maneras, era solo una teoría, en base a lo que había escuchado antes, de las historias que habían en la mitos japoneses.